La rana, el escorpión, diferencia y repetición
Escrito por Ariana Mira
UNA ANÉCDOTA
Plantear problemas y comprenderlos
exige abrirse a las sensaciones, a las intensidades
que nos recorren y atraviesan, a las dimensiones afectivas
que constituyen la vida de los seres y del mundo.
A. Telles(1)
La anécdota:
Era una reunión inicial, de personas que prácticamente no nos conocíamos, convocadas por una inquietud, una sensibilidad, unas ganas, y un hacer.
Al llegar al lugar, tanto ella como yo, nos dimos cuenta de que nos conocíamos y que la historia no había sido buena.
Llegaron todas las que éramos. Nos encontramos casi enseguida pensando cosas desde ese incipiente nosotras.
La tarde se enfría y decidimos dejar por ahí. Quedamos en reunirnos en unos días.
La situación:
¿Decir o no decir, plantear o no plantear, abandonar todo intento o intentar un encuentro posible?
¿Plantearlo al grupo que integro (y que fue parte de aquella historia), o dejarla por esa?
¿Cómo procesar las diferencias, y de qué diferencias estaríamos hablando acá? ¿Cuáles son las posibilidades de la transformación, las posibilidades mutacionales? ¿Es posible otro modo de la política, corrernos de la lógica hegemónica que nos condena a polaridades cristalizadas, a la neutralización de las diferencias? ¿Establecer relaciones diferentes a las de la condena y destrucción del otro, el fingir demencia o el corrillo? ¿Cómo sería un gesto afirmativo, de aquello que declaro y deseo, como feminista y desde la autonomía, asumiendo la conflictiva existente pero no aferrándome a ella?
Al día siguiente de la reunión casi inicial, nos reuníamos en mi grupo. Al final planteo todo lo conversado y también la situación que me inquietaba fuertemente, con una propuesta: invitar a esta muchacha y a quien me había contactado, a conversar. Iría yo y una más de nosotras.
El planteo:
Fue por mail, lo mando en simultáneo a las dos mujeres. Según su respuesta y lo que se fije como encuentro, quien pudiera de mi grupo, se integraría.
El mensaje es cortito:
Esta muchacha y yo participamos de un encuentro. Ella en calidad de integrante del equipo organizador. Desde el inicio se suscitan una serie de desencuentros. Ni el proceso ni el encuentro fue bueno, disputas de poder y lógicas representacionales mediante. O sea, el encuentro no fue tal. Finalmente el grupo organizador queda con la responsabilidad y con recursos para realizar las memorias que nunca se hicieron. Y sobre este asunto nos plantearon intervenir y decidimos no hacerlo.
Necesitamos procesar esto de alguna manera. Esa historia es nuestra, nosotras la hicimos, pero no nos condena, si somos capaces de construir un encuentro diferente.
Es importante que no sea un “diálogo privado”, una negociación entre nos, necesitamos de alguien como signo de la grupalidad que estamos construyendo y que está atenta a lo que desde aquel pasado se pueda traficar en este incipiente nosotras. Nosotras que de tan incipiente, no veo conveniente involucrar en su totalidad. Y es importante que de mi grupo esté alguien más, para asumir colectivamente el gesto y el movimiento, para evitar el mito de “las buenas y las malas”, y también para dar lugar a la trama que se imbrica en la nueva articulación.
Ante la respuesta que recibo (que ya había sido comentada la situación con otra compañera), la invito también.
(La sensación de todos esos días es la de estar siempre al borde del naufragio, y el intento es el de “perseverar en el ser y no sucumbir a la resignación del asno. ”)
La cita:
Pocos días antes de que tenga lugar la segunda reunión, nos encontramos en un bar. Somos cinco mujeres. Solo dos nos conocemos profundamente. De todos modos, nos encontramos antes. Era importante priorizar el encuentro por sobre la animosidad belicosa que te produce aquello por lo que aún se siente rabia o dolor. Y sin embargo, había que también estar dispuestas a la firmeza.
La situación inicial es confusa: ¿dos vienen a interceder, otra como víctima?
Sin más rodeos hago de nuevo el planteo y explico lo que me parece importante, intentando provocar el nosotras que de lugar a lo acontecimental, a la trama, al encuentro, que permita la movilidad y la expresión de las singularidades que allí estamos.
El encuentro:
La ética manifiesta un modo de ser y de existir en relación a valores
que se aceptan y se crean, muestra el juego de las afecciones y los afectos.
A. Telles(2)
Luego de la experiencia del barro, y valorando innecesario volver a lo anecdótico para discutir detalles, el esfuerzo va en el sentido de pensar cómo generamos las condiciones para que el agua conserve su transparencia, y la tierra la humedad suficiente. Y esto sin desconocer que hubo barro, y hubo quienes se regodearon en él.
La propuesta es asumir como ejercicio permanente el no establecernos como poseedoras de una verdad desde la cual abrir juicio-fuego contra las demás. No instalarnos en la lógica de la representación, ni en la del “aparateo”. Mantener una relación dialógica, llana y trasparente, que permita procesar colectivamente las diferencias y los acuerdos. Generar una grupalidad que de lugar al cuidado y la responsabilidad. Y saber que no por eso estaremos exentas de conflicto.
Para que esto fuera posible, fue necesario también dejar una puerta abierta: la dificultad no se encarna en un sujeto forzado a una identidad, sino en unos colectivos y las singularidades que los constituyen, y su movilidad. En ese entonces, interactuamos mejor o peor, llevamos adelante unas acciones, que son nuestras, de eso somos responsables, pero no por eso estamos condenadas a repetirlas.
También fue necesario desterrar la batalla para dar lugar al encuentro: No se trata de un territorio en disputa, es un territorio en construcción, donde la confianza es un elemento importante, también a construir, donde más que confirmar miserias, demos lugar a lo que la vida tiene de pulular y devenir.
Encarnar el esfuerzo de otro modo de la política, donde la diferencia sea parte de nuestra movilidad, que aumente nuestra potencia ante lo que nos proponemos hacer juntas (que implica juegos configuracionales intensos)
Al final hubo un gesto: “me sorprendieron gratamente… no sabía bien cómo sería la reunión y yo pensé que me iba a tener que ir de otro grupo más”.
De aquello que subsiste como pulular, aún en lo cristalizado
El poder y la potencia se oponen
puesto que el poder es una institución
que funciona esencialmente afectándonos de afectos tristes,
es decir, disminuyendo nuestra potencia de actuar.
G. Deleuze3
Este experimentar, aún partiendo de criticar lo que hay o hubo, intenta no soslayar el “nosotras” y su potencia, en la letanía de las culpabilizaciones; invita a abrirse a las sensaciones e intensidades, a los afectos, a la vida, en lo que tiene de movilidad y de bello, aún en la dificultad.
Permitirnos experimentar, abrir la ventada y que la luz juegue en el movimiento de aquello que parecía lóbrego y ordenado. Abandonar la primacía de lo dado y adentrarse en el pulular de lo múltiple, en lo que ello tiene de genésico y configural.
Esforzarnos por no partir de la resignación ni de la afirmación “soy este que soy” de una vez y para siempre, para dar lugar a la mutabilidad en tanto juegos configurales. Juegos de composición de relaciones particulares, que aumenten nuestra potencia y permitan su efectuación.
Más allá de la captura por el régimen de la forma (intentar no afirmar: somos estos cuerpos, estos grupos, estas instituciones, para dar lugar a las transformaciones), del régimen de la indiscriminación-representación (y la destrucción de toda diferencia), de la lógica acción-reacción, y del horror que provocan las singularidades no identitarias, estos cuerpos configurales que devenimos y afirmamos, nos fuerzan a pensar distinto:
No se juega ya la disputa por la razón o la voluntad de verdad
en manos de unos sujetos, grupos o instituciones,
la apuesta es a “ser dignos del acontecimiento de lo que sucede en lo que sucede” (4),
desde la potencia afectiva de estas singuralidades intensivas,
que tienen lugar en este cuerpo-configuración
que ahora estamos siendo en este encuentro,
que afirmamos en su mutabilidad y efectuamos en nuestra producción.
El pueblo falta, él no existe todavía…, no está dado y es preciso inventarlo cada vez.(5)
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1) Telles, A. Ponencia: Arte y política: El acto de creación / Una apuesta ético-política a la vida comunitaria. Pág. 3
2) Telles, A. Ponencia: Pensar el tiempo: la clínica como lugar, una clínica en situación. Pág. 7
3) Deleuze, G. Clase: Problema concerniente a la naturaleza del ser y otros temas. Cuso de los martes (Vincennes) – 14/01/74. Pág. 6
4) Telles, A. Pensar el tiempo: la clínica como lugar, una clínica en situación. Pág. 7
5) Deleuze, G. La imagen-tiempo. Estudio sobre cine 2, citado por Telles, A. Ponencia: Arte y política: El acto de creación / Una apuesta ético-política a la vida comunitaria. Pág. 3