Prólogo para el libro de Javier Fernández Moujan – 2012

Prólogo para el libro de Javier Fernández Moujan – 2012

02/07/2018 epensamiento 0

Introducción

Filosofar con filósofos en edad escolar, el libro escrito por Javier Fernández Mouján nos propone un recorrido de pensamiento singular. Desde el comienzo nos  invita a compartir una experiencia. El texto mismo es una experiencia-escritura de pensamiento en la cual el decir de Javier se intercala con el de los chicos  que han protagonizado el Taller de Filosofía. Y el lector, casi sin darse cuenta, se une, forma parte, se siente atravesado por sensaciones sonoras, visuales, por ciertos sentimientos extraños en los cuales se entremezclan el agrado, la inquietud, la perplejidad y la alegría.

El texto nos fuerza a pensar, interpela lo ya sabido, nuestros conocimientos más asentados, los modos de su producción y las relaciones que implican. Y en el mismo movimiento, nos alienta a pensar distinto, a ir más allá de nosotros mismos, lo que hace que la lectura de este libro sea un impulso a aventurarnos por nuevos caminos.

Una de las cuestiones más relevantes que este texto nos ofrece es el movimiento  de un ejercicio de pensamiento filosófico que se enlaza a la enseñanza y al aprendizaje.  Tal movimiento no soslaya el involucramiento. Los niños integrantes del Taller,  son convocados a la apertura de nuevas visiones, a una constante modificación de sí que se ve reflejada en sus textos. Y es así, que ellos, junto al profesor, comparten ese acontecer de enseñanza/aprendizaje, al insistir en una apuesta filosófica que se actualiza en  cada página de este libro.

En otros términos, el enlace entre pensamiento filosófico, enseñanza y aprendizaje tiene larga duración. Sus comienzos  se hunden en la antigua Grecia y poseen como figura emblemática la relación  entre Sócrates y sus discípulos. Pero, justamente, en ese contexto el aprendizaje-enseñanza de la filosofía adquiere derroteros muy diversos. Uno de ellos fue la obediencia al modelo dispar en el que el profesor, el maestro posee el saber y el alumno debe obtenerlo. A partir de lo cual, se instauran criterios que indican que sólo algunos efectúan una enseñanza verdadera y legítima de la filosofía. Sin duda, este  ha sido el triste legado de una tradición largamente sostenida. Tradición que Javier y sus acompañantes insisten en abandonar mediante un quehacer que se instaura en su propia realización y pugna por abrir puertas y ventanas por las cuales se introducen vientos de libertad que incitan  la creación.

El presente libro pone en palabras una experiencia de enseñanza/aprendizaje filosófico. La misma ocurre gracias a un ejercicio de pensamiento que estimula el gusto por compartir inquietudes, preguntas, configuraciones inventivas de ideas: resonancias múltiples de pensamiento y escritura.

***

El libro escrito por Javier sorprende. A medida que se avanza en la lectura, se comienza a presentir que no se trata sólo del relato de una  experiencia, sino que en el mismo relato va a implícito un modo peculiar de concebir la filosofía.

Una visión filosófica atraviesa el texto, ella expresa una configuración conceptual que se va articulando capítulo a capítulo y que tiene su inicio en el prólogo, donde Javier expone las condiciones de producción de la experiencia y de la escritura del libro. El prólogo desenvuelve una composición de pensamiento elaborada con agradecimiento, donde se visualizan las ideas, los encuentros significativos, las experiencias realizadas, junto a una reflexión de su propio ejercicio profesional.  En él se anticipa un  pensamiento experimental que muestra generosidad, habilitación y confianza en la propia actividad filosófica y en los compañeros de viaje que año a año van a incursionar por los nuevos territorios que el Taller de filosofía propone.

Desde otra perspectiva, se podría decir que Javier retoma la emocionalidad propia de la filosofía antigua, esa en la cual la filosofía es una práctica vital que anima a recorrer tierras desconocidas, otros modos de comprender el mundo y el modo de estar en él, otro modos de relación de cada quien consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.

I – Un modo peculiar de concebir la filosofía

(…) la filosofía vive en nosotros, (…) nosotros tenemos la actitud filosófica y la capacidad de filosofar a nuestro alcance (…)[1]

El decir de Javier nos deja perplejos, expone una comprensión de la filosofía que envuelve una concepción de lo humano al mostrar una dimensión de nuestro ser capaz de interrogarse por lo que pasa y ocurre,  capaz de hacer un ejercicio de pensamiento crítico y creativo. Y de ese modo, nos confronta con el modo habitual, disciplinar donde la filosofía es un saber exterior, un conjunto de sistemas que tienen que ser aprendidos, repetidos, memorizados para poder discutir y sacar conclusiones; para seguir legitimando un procedimiento intelectual regido por una racionalidad discursiva y argumental.

Por su parte, la capacidad de filosofar posibilita un ejercicio de pensamiento que cuestiona el actual estado de cosas, las mínimas rutinas y costumbres que nos hacen responder siempre del mismo modo aunque los estímulos cambien. La que desbarata el esfuerzo brutal que hacemos a diario por desestimar nuestros más preciados anhelos.

Javier nos propone un modo de filosofar que pone de manifiesto la profunda necesidad de detenernos, de hacer silencio, de escuchar nuestras inquietudes y ansiedades, de formular las preguntas que ayudan a visibilizar ese cúmulo de sensaciones que nos habita y se vuelve difícil de captar mediante la actitud habitual.  Nos impulsa a mirar al mundo y a nosotros mismos desde una perspectiva diferente abierta, enriquecida. Y de esa manera, nos alienta a configurar aquellas visiones que  expresan nuestros más genuinos anhelos.

II – El Taller de filosofía realizado por niños

En la medida que la lectura transcurre nos vamos sintiendo más involucrados, no caben dudas de que el Taller realiza un modo experimental, vivencial de la filosofía propicio para la elaboración de ideas y conceptos. Esto se aprecia en la atrapante conversación que Javier sostiene con los chicos y en los textos escritos por ellos que se transcriben en el libro. Ahora bien, eso no sería posible sin la convicción que él sostiene y expone con total claridad en las primeras páginas del libro…

En el taller de filosofía, cuando mis alumnos me preguntan qué hay que hacer para ser filósofo, la conclusión a la que llegamos es que ellos son los filósofos. “Acá no vamos a estudiar lo que dijeron los ‘grandes filósofos’, lo que está escrito en los libros de Filosofía, acá ustedes van a hacer filosofía”.

“¿Entonces yo soy filósofo?”.

“Por supuesto”.[2]

A lo largo del texto la experiencia sostenida por esta convicción se actualiza, también el lector se ve convocado a adoptar una posición de problema, a devenir filósofo. En tanto se introduce en  una escritura que pone en palabras una experiencia donde la idea rectora que la sostiene es justamente que ellos mismos, los chicos, son los filósofos y que lejos de rechazar el legado de los “grandes filósofos” se trata de hacer que ese legado alcance su propia efectuación al provocar un ejercicio de autonomía, de libertad.

La experiencia en cuestión nos muestra que la filosofía es una actividad, que no consiste exclusivamente en aprender lo que dijeron otros, sino que partiendo de la propia potencia se  despliega el pensar de cada quien, enriquecido por el aporte de aquellos que con sus vidas-pensamientos dejaron sus huellas en el territorio de la memoria del pensar.

Nuevamente el modo peculiar de concebir la filosofía se presenta. Se une a las voces que nos advierten que el proceder que recluye a la filosofía en las aulas, en los ámbitos académicos y la convierte en un saber sólo para entendidos resulta por demás insuficiente.

El Taller de Filosofía realizado por chicos pone de manifiesto algunos prejuicios que se suelen pasar por alto, especialmente aquel que dice que la filosofía es un saber abstracto que no puede ser realizado por niños. Y cuando a Javier se le pregunta si esto es así responde: Decididamente NO[3].

Sin duda, el decir de Javier insiste en una manera de ejercer la filosofía en donde cobran envergadura las preguntas que estimulan la capacidad del pensar, y es  justamente, en la apropiación de esa capacidad-potencia donde se encuentra la vía indispensable para la efectuación del propio poder de pensar y de actuar.

 III – La importancia del preguntar

El Taller de filosofía realiza su tarea  teniendo en cuenta la necesidad de abandonar la actitud habitual, el piloto automático que hace que aceptemos las verdades establecidas, las modalidades hegemónicas de hacer y decir, y ese desplazamiento se logra gracias a una “una actitud reflexiva, a la vez crítica, abierta y creadora”[4].

En el Taller el preguntar  adquiere un sesgo particular,

En mi experiencia y desde mi intencionalidad es un preguntar sin límites, para descubrir el poder de las preguntas, que abren caminos, que relacionan la experiencia, el conocimiento teórico, la imaginación, los sentimientos…[5]

En tanto, su proceder estimula a abandonar ciertas comodidades, “algo” se desdibuja, se disuelve. Los modos habituales de pensar, hacer, se ven interpelados por las preguntas y por el afán configurador de nuevos modos de percibir, de pensar. Es así, que el modo del preguntar planteado en el Taller produce una intensificación de la actitud interrogativa, de una inquietud expansiva que encontrará instancias de efectuación en la propuesta de configurar respuestas. El Taller de Filosofía incentiva tanto la escucha, como el planteo de preguntas-problemas, posibilita la expansión del pensamiento, de la escritura y de otras modalidades expresivas afines.

El mismo tiene un formato pensado, elaborado y enriquecido durante el tiempo, los ejercicios, las actividades que en él se proponen se exponen a la modificación propia de la experiencia. Y es aquí, en este modo preciso de trabajo donde se encuentra el germen de una actividad filosófica que estimula la capacidad de configurar ideas que se despliegan tanto en relación con la vida cotidiana como con los aspectos más intrincados de la realidad.

El peculiar ejercicio filosófico que se lleva a cabo en el Taller se distingue de una mirada que separa lo próximo de lo lejano, lo empírico de lo abstracto; abandona el dualismo materia-forma, mente-cuerpo, para avanzar en un pensamiento filosófico que imbrica el pensamiento, la afectividad, el cuerpo dando lugar a una modo multidimensional de concebir la realidad y a nosotros mismos.

IV – El pensamiento filosófico como ejercicio de libertad

La libertad está tan ligada a la filosofía (…). Libertad y conocimiento, libertad y búsqueda de respuestas, libertad y acción llevada por las preguntas, pensamientos y emociones que nos surgen… tal es la filosofía.[6]

En el recorrido del presente libro nos encontramos con una insistencia: el enlace entre  filosofía y libertad. El ejercicio de libertad filosófico se despliega en relación a las verdades establecidas, a las formas de saber, a las modelos de vida que se imponen y adoptamos sin darnos cuenta y culminan por interceptar nuestra posibilidad de nuevos modos de experimentación y conocimiento.

Por su parte, la relación entre filosofía y libertad avanza hacia una modalidad cognitiva que deja de lado la acumulación, la destreza intelectual, la obediencia a modelos pre-establecido y propone búsquedas, investigaciones creativas. Una manera del conocimiento que no intenta imponerse desde un plano formal-modélico sino que se da en la experiencia. En ese movimiento, la racionalidad se imbrica a la sensibilidad, a las sensaciones, a la imaginación, no se trata de una racionalidad ampliada sino de un modo de racionalidad que alberga lógicas de pensamiento que habilitan conexiones inusitadas, donde las sensaciones, las afecciones son aspectos constitutivos de la misma.

V – La filosofía como actividad creativa

En resonancia con lo expuesto por Javier en el libro podríamos decir que la filosofía es un quehacer creativo que se realiza mediante el planteo de problemas, el despliegue de preguntas y de configuraciones de ideas y conceptos. Su proceder despliega una actitud interrogativa y creativa, impulsa a configurar visiones plásticas de nosotros mismo y del mundo. Las respuestas, visiones que se generan en el Taller no pierden la movilidad configurante del pensar, no se plantean como una visión estática, única y rectora, muy por el contrario, muestran su flexibilidad, interactúan con otras, promueven el encuentro de ideas, se enriquecen mutuamente: se despliegan en una labor singular y colectiva a la vez.

Desde esta perspectiva, la  filosofía se vuelve un proceder artístico, al intensificar su actividad creativa, muestra aquello que de otro modo no hubiese podido ser visto, ni oído: no hubiese podido ser dicho. De esa manera, continúa el camino que Klee señaló para el arte: el arte no reproduce lo visible; vuelve visible[7].

En  su devenir artístico el pensar filosófico requiere de la  imaginación, es así que la pregunta que Juan Angel Mondino le hace a Javier adquiere especial pertinencia:

JAM: -¿Contemplás la necesidad de la imaginación en una creación filosófica?

JFM: -Sin dudas, considero que todo el año, sin explicitarlo abiertamente salvo en un par de momentos muy específicos, estamos enfatizando la utilización de la imaginación: para ir más allá de lo establecido, para despertar la curiosidad, para armar respuestas propias e incluso para entender las de los otros… Los chicos llegan a tener muy claro que la imaginación y el conocimiento van de la mano…[8]

VI – Filosofía y educación

En el Taller de filosofía se encuentran pistas para pensar una de las cuestiones más inquietantes de nuestra actualidad: la educación. Puesto que, pensamos que más allá de las reformas educativas seguimos bajo la impronta de la educación bancaria donde la información se acumula y  organiza, se distribuye en parcelas, generándose así, una particular manera de entender las cosas que exige el control de las formas de saber y los dispositivos de  poder.

Por ello,  cuando Javier muestra que la forma habitual de educar es transmitir información y conductas para ser repetidas con la mayor exactitud posible[9],  nos pone en presencia de una inquietud ineludible, actualiza un anhelo de transformación que trae consigo modificaciones. En la medida que nos alienta a pensar en una modalidad educativa que no haga pie en la disparidad jerárquica entre el maestro que sabe, expone y explica y sus alumnos, que no sostenga la creencia de que sólo algunos poseen la verdad.

Por su parte, es preciso admitir, que en estos tiempos las mutaciones afectan también a las maneras de educar. Pero, lamentablemente, en su mayoría las modificaciones no soslayan las tendencias jerárquicas que suponen un modo de concebir lo humano basado en un régimen de carencia y demanda. Puesto que, al imperar un cierto modelo formal, abstracto del “hombre”, los hombres y mujeres de carne y hueso seguimos constituidos en la carencia.

De ahí la preocupación de Javier de lograr (…) un espacio que predispone al encuentro con el propio poder, a valorarse a uno mismo, que invita a ser original, a animarse a ser libre… Es una disrupción frente a “el poder” de “los poderosos”. Y lo más lindo de todo, al ser una revaloración de uno mismo –paradójicamente o no tanto- es también una revaloración del otro.[10]

De esa manera, nos aproximamos a una modalidad educativa basada en la afirmación de la potencia de pensar y conocer, donde se estimule la creatividad, la capacidad de investigar, de inventar.

VII – La filosofía afirma la vida colectiva

En toda experiencia existen condiciones de producción, lo peculiar en este texto es la generosidad, la insistencia en mostrarlas, amplificarlas, en darle relevancia y de ese modo generar resonancias vinculantes que nos hacen sentir parte de un mismo juego, de una misma apuesta. La escritura-pensamiento de Javier en su despliegue visibiliza tramas afectivas, pone en relación, genera comunidad.

El texto muestra un constante reconocimiento, un gesto que habilita, da lugar a otros. En el Taller de Filosofía se da un estilo de confianza que implica un modo de comprender la vida colectiva, en la medida que se afirma tanto la confianza en la propia capacidad de pensar, en la de los demás y en la tarea misma. Para  cumplir con este propósito se efectúan distintas disposiciones, una de ellas es sentarse en círculo…

Nos vemos las caras, nos hacemos cargo ante todos de lo que decimos, ya sea con palabras como con gestos, todos tienen derecho a expresarse y la expresión de cada uno es valiosa.[11]

De ese modo,  los cuerpos se involucran, el pensamiento se vuelve cuerpo y el cuerpo pensamiento. Sentarse en ronda permite el despliegue de la mirada, de la escucha, también tener en cuenta a cada compañero, al coordinador y al grupo en su conjunto. La ronda propicia el contagio, la fluidez del pensar.

El texto de Javier expone un modo de trabajo que fortalece la relación consigo mismo y con los demás, al tener una concepción de lo colectivo que genera pautas claras a la hora de auspiciar la capacidad de pensamiento de cada quien. De esa manera, el desafío que asume el Taller de filosofía realizado por niños es generar las mejores situaciones en donde reine un clima propicio para el despliegue del filosofar en sus múltiples aspectos expresivos.

En el momento de concluir.

La experiencia-pensamiento del Taller de Filosofía realizado por chicos en la Escuela del Sol adquiere especial relevancia, gracias a este libro que enlaza el antes y el después. En él se actualiza la temporalidad propia del encuentro, de la creación singular compartida y de las relaciones que se fueron tejiendo a lo largo del tiempo en la vida colectiva.

En ese sentido, en palabras del autor, el libro mismo es un “acto de justicia”[12], alumbra un pliegue temporal que da cuenta de un recorrido y sostiene el desafío de la expansión. A su vez, el pensamiento-experiencia que expresa este libro señala la necesidad de la filosofía en nuestros días, en tanto ella auspicia el nacimiento de nuevos modos del  mundo: nuevos modos de nosotros mismos y de las tramas relaciones que constituimos.

 

 

 

 

[1] Fernández Mouján, J., Filosofar con filósofos en edad escolar

[2]Op.cit.

[3] Op.cit.

[4]Op.cit.

[5]Op.cit.

[6]Op.cit.

[7] Klee, P., La teoría del arte moderno, Cactus, Buenos Aires, 2007.

[8] Fernández Mouján, J., Filosofar con filósofos en edad escolar

[9] Op.cit.

[10] Op.cit.

[11] Op.cit.

[12] Op.cit

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