Cuerpos en relación, cuerpos políticos*
Nadie, en efecto, ha determinado por ahora qué puede el cuerpo…
Ética, III, Prop. II, esc.
I- En el comienzo…
En comienzo me gustaría agradecerle a Franco Ruggiano y al equipo …. del ISEF por la doble invitación a participar en las jornadas y a contribuir con un texto en esta producción colectiva. Invitación que se realiza afirmando un modo de trabajo que da lugar a lo que se está haciendo, a los problemas en los cuales se está investigando, a la emergencia de lo nuevo, y en ese sentido afirma la confianza que requiere toda producción colectiva.
En ese sentido, se podría decir que este texto afirma una diferencia en relación a lo dicho en el ISEF, puesto que la escritura nos impulsó a insistir en una configuración conceptual que muestra que pensar el cuerpo, los cuerpos en este presente que es el nuestro requiere una mutación en el modo de pensar que es a la vez una transformación en los modos de sentir, de percibir, en los modos de relación y producción. Transformación que marca el sendero de una pensamiento-acción política que se enlaza a la ética mediante un ejercicio de pensamiento que a la vez crítico y creativo.
Aludimos a la necesidad de una mutación puesto que vislumbramos que existen diferentes campos simbólicos que otorgan sentido a la experiencia singular y colectiva. Campos simbólicos en los cuales somos constituidos, educados, y en su operatoria contribuyen a constituirnos de un modo socialmente aceptado. En otras palabras, ellos constituyen los diferentes modos de experimentar el cuerpo, la existencia.
Sin embargo, esos campos simbólicos entendidos como una representación sensorial e intelectiva de la realidad, por diversos que sean, se asientan en una imagen de pensamiento hegemónica que sigue vigente en nuestra actualidad. Imagen de pensamiento, afectiva, corporal que sostiene un modo del mundo-naturaleza, un modo de lo humano que trae consigo una devaluación de los cuerpos, de la vida.
Atisbar, visualizar e intentar comprender esa imagen de pensamiento ayuda a no quedar atrapados bajo su regencia y a la vez, avanzar con firmeza hacia nuevos modos de pensar que posibiliten una invención de nuevos modos del mundo y de nosotros mismos.
En ese sentido la tarea filosófica cobra vigor. En la medida que siguiendo a Gilles Deleuze podríamos decir que la filosofía es una actividad creativa y en su proceder traza un plano y crear conceptos; elabora una composición conceptual que es también una composición de cuerpos y afectos.
Es así que aporte filosófico entonces consistiría en generar imágenes-pensamiento que habilitan operatorias lógicas, afectivas que den lugar a otras percepciones, a otros modos de pensar, experimentar los cuerpos. Y en ese sentido, den lugar a modalidades relacionales, productivas que traigan consigo una apuesta ética-política libertaria. Lo que significa una afirmación de la potencia, de la creatividad y de la autonomía individual y colectiva.
La configuración de imágenes-pensamiento, en el campo de filosofía, supone tanto la investigación, la lectura, como así también una escucha poética de lo que pasa y ocurre en nuestros territorios vitales. Una captación de lo que pasa y ocurre en lo que pasa y ocurre: una captación creativa de los acontecimientos que constituyen la existencia aquí y ahora en estos territorios afectivos y productivos donde vivimos
En otras palabras, es el despliegue de un pensar-acción que tiene presente mediante una lectura activa los aportes de los pensadores, que capta los acontecimientos que constituyen la existencia, mediante de un ejercicio de pensamiento crítico y creativo que es posible generar posibilidades lógicas, perceptivas, afectivas que habiliten otros modos del mundo-naturaleza, de nosotras mismos y de los modos de relación, de organización y producción. Y de esa manera hagan una apuesta que dé lugar a otros modos de concebir y experimentar la ética y la política.
¿Cómo y hasta dónde es posible pensar distinto?
Si tomamos el siguiente texto emblema de Michel Foucault…
¿Qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber de cómo y hasta dónde es posible pensar distinto? Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles dónde está su verdad y cómo encontrarla.
Foucault, M., El uso de los placeres, p. 12.
Nos encontramos con la pregunta ¿cómo y hasta dónde es posible pensar distinto?, pregunta decisiva de estos tiempos, formulada desde una perspectiva filosófica singular y necesaria. Puesto que no alude sólo a la incorporación de nuevos contenidos, sino a un pensar que en su ejercicio intensifica la relación de sí consigo al desplegar nuevos modos de percibir, de sentir de hacer. De esa manera configura imágenes-pensamiento que son a la vez configuraciones perceptivas, afectivas y corporales.
Las imágenes de pensamiento-afecto-cuerpo se configuran y se disuelven en un movimiento de afecciones múltiples. Ellas constituyen nuestra existencia, los modo de vivir, las elecciones y rechazos. De ahí la importancia de visibilizar sus efectos éticos y políticos, su fuerza productiva inherente a los modos de existencia, a los procesos subjetivación.
Formular la pregunta foucaultiana significa desplegar modos de pensamiento que traigan consigo nuevas posibilidades del mundo, de las tramas relacionales y productivas, por ende, de nosotros mismos.
Desde esta perspectiva la filosofía no se plantea como un saber universal. Muy por el contrario, hace suyo un ejercicio de pensamiento relacional y en situación. Un ejercicio de pensamiento crítico y creativo que escucha ansiedades, inquietudes, urgencias vitales a partir de las cuales cuestiona las pautas establecidas, plantea problemas, elabora configuraciones de pensamiento que intensifican las mutaciones.
Atiende a los problemas que nos acucian e intenta encontrar vías que permitan agrietar los muros, atravesar los callejones sin salida de nuestro presente. La actividad filosófica se imbrica a lo que sucede en este tiempo y en este lugar Montevideo, Uruguay, América del Sur… y al mismo tiempo se vuelve inactual, intempestiva se abre al devenir con el anhelo de «actuar contra el tiempo, y de este modo sobre el tiempo, a favor (lo espero) de un tiempo venidero» (Deleuze,G., Guattari, F., ¿Qué es la filosofía? p. 113)
Un ejercicio de pensamiento
Constantemente nos encontramos con un enorme caudal de imágenes-clichés, representaciones sobre lo que son las cosas, sobre cómo hay que vivir, cómo se debe actuar para tener lo que se nos ofrece como una vida plena. Nuestra existencia, nuestros cuerpos y pensamientos son moldeados en función de intereses ajenos que se presentan como la vía regia para alcanzar algo que nombran seguridad, salud, bien estar o lo que es lo mismo entusiasmo, felicidad.
Sin embargo, no dejamos de experimentar una oscura sensación de que las cosas no andan bien, de que es preciso detenerse, aminorar la marcha, intentar esbozar nuestras inquietudes y anhelos dar lugar a la movilidad de un caudal de ideas-imágenes que nos cuesta configurar y fuerzan a la pregunta. Nos percatamos de que el modo de pensar, de percibir afecta la manera de vivir. Es preciso atender a cómo pensamos, cómo percibimos y hacemos.
Las cosas no ya están dadas, la existencia no es de una determinada manera; las ideas y los conceptos no son cosas ya hechas, no se trata simplemente de tomarlas y acomodarlas, de repetirlos sin más, sino de intentar el camino de escuchar las propias inquietudes y anhelos.
Las ideas se componen, en un juego dinámico, con sensaciones, afecciones y afectos; muestran su capacidad conectiva; se expanden en composiciones de ideas-imágenes. El pensamiento se modifica, fuerza la emergencia de nuevos-antiguos modos de pensar, de componer y de experimentar.
Deleuze con su trabajo nos invita a realizar un ejercicio de pensamiento móvil, dinámico que se imbrica la movilidad propia de la vida, enriquece la experiencia; invita a iluminar los hilos creativos en nuestras vidas; a darle visibilidad a las tramas relacionales, a las múltiples resonancias que se despliegan entre próximos y lejanos.
III – Planteo del problema: pensar los cuerpos
En nuestros días la pregunta por los cuerpos nos enfrenta a un cúmulo de dificultades, ya que a nivel de los cuerpos operan la espesa trama de «lo ya sabido». Si del cuerpo se trata a menudo nos encontramos con un caudal de respuestas que obedecen a las composiciones representacionales que de él nos hacemos; estás sin duda son diversas pero no dejan de aportarnos ciertas «verdaderas».
A su vez las distintas maneras de comprender los cuerpos suponen una manera de comprender lo humana más o menos homogénea. Una concepción de lo humano y de la realidad rige nuestra comprensión de nosotros mismos, de nuestro cuerpo.
De ahí, la importancia del decir spinoziano, Nadie, en efecto, ha determinado por ahora qué puede el cuerpo…
Esa afirmación trae consigo un peculiar modo de comprender el mundo-Naturaleza y específicamente a lo humano que se pone de manifiesto en ese lo que puede un cuerpo, que implica a su vez una configuración conceptual donde el concepto de potencia cobra un valor fundamental.
En ese sentido el pensamiento de Spinoza se ha vuelto un pensamiento imprescindible para nuestra contemporánea puesto que en su despliegue a porta ciertos elementos que posibilitan nuevas visiones del mundo y de nosotros mismos. A su vez, nos brindan criterios para el desarrollo de un pensamiento ético-político, donde la cuestión del cuerpo ocupa un papel relevante.
Ahora bien, antes de continuar es preciso realizar cierta precisión en la medida de que abordar el pensamiento de Spinoza significa trazar un plano de pensamiento en el cual la ontología, la ética y la política sostienen un vínculo indisoluble que se sostiene en el despliegue inmanente de la potencia. Despliegue de la potencia que aporta un modo de concebir lo humano, los cuerpos y el pensamiento en la insistencia de la pregunta ético-política, por cuáles son las condiciones de aumento de los cada quien como un ser singular relacional y en relación.
En otras palabras, la ontología, el pensamiento del ser, el modo de concebir y experimentar la realidad, a los seres humanos se enlaza al modo de vivir, a como se despliegan los modos de existencia, la ética, y los modos de composición, de organización de relación entre los seres humanos singulares: los modos en que se constituyen los cuerpos políticos.
De ahí, la dificultad del pensamiento spinoziano para nuestra actualidad, pensar los cuerpos en el plano de Spinoza es a la vez pensar la ontología, ética y la política, y específicamente al ser humano como intrínseco, como un quien cuya esencia es su potencia de existir, de pensar y de obrar; de generar una vida en común que suponga el aumento de la potencia de cada quien y de la comunidad en su conjunto.
IV – Spinoza un pensamiento imprescindible
Cuando recorremos los textos spinozianos, nos impacta una peculiar visión que se despliega en una lógica de pensamiento relacional donde los conceptos y los afectos nos aproximan a la Naturaleza-Dios; a cuerpos afectivos y a singularidades intensivas. La filosofía de Spinoza, gracias al movimiento de la Naturaleza Naturante y la Naturaleza Naturada, pliega lo uno y lo múltiple mediante un pensamiento relacional y afirmativo; realiza un estricto ejercicio de inmanencia, al sostener la preeminencia de la causa eficiente inmanente, lo que significa que el agente productor no crea de acuerdo a un fin, sino que integra lo producido. Dios (Naturaleza Naturante), crea por la necesidad de su potencia, se expresa en lo creado y lo creado lo expresa, produce y al producir se produce. (Naturaleza Naturada): no hay separación entre la causa y su efecto, entre aquel que produce y su creación.
En esa línea, en el Diálogo I del Tratado Breve, dice:
Tu razonamiento es, pues, éste: que la causa, puesto que es productora de los efectos, debe estar fuera de ellos. Y tú dices esto, porque tan sólo tienes noticias de la causa transitiva y no de la causa inmanente, la cual no produce en absoluto algo fuera de ella. […] Por tanto, tampoco Dios es, respecto a sus efectos o creaturas, otra cosa que una causa inmanente, y, además, respecto a la segunda consideración, es un todo. [1]
Y, en la Ética, escribe:
“Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las cosas.”[2]
El Dios-Naturaleza de Spinoza es causa eficiente inmanente, crea por la necesidad de su potencia, y la potencia por la cual obra y existe es su esencia. Entonces, el Dios-ser spinoziano no es causa eficiente transitiva que crea de acuerdo a un fin y al crear se separa de lo creado.
La lógica y la ontología del spinozismo nos aproximan a la cuestión de lo humano desde una perspectiva particular. En principio, podríamos decir que en su pensamiento no hay lugar para la forma hombre como una entidad sustancial y separada. El mismo Spinoza lo afirma al decir que aquellos que lo sostienen “parecen concebir al hombre en la Naturaleza como un imperio dentro de otro imperio”.[3]
Spinoza traza un camino al concebir lo humano en su individualidad intensiva como un modo intrínseco singular de la Naturaleza-Dios. En el plano de pensamiento spinoziano, la forma-hombre no tiene cabida, excepto como una de las tantas abstracciones que dificultan el acceso al pensamiento de lo singular. Los humanos son considerados en su singularidad como una parte intensiva de la Naturaleza: lo humano como modo singular y, agregaríamos, relacional y en relación. En ese sentido, la cuestión de lo humano requiere tanto una perspectiva singular y singularizante como una perspectiva relacional y vinculante.
En su territorio conceptual encontramos el concepto de modo, específicamente el concepto de modo humano. Lo humano en tanto modo se relaciona con la existencia, con la potencia de existir, de pensar y de obrar.
La fuerza del concepto de modo nos invita a abandonar el concepto de sujeto-hombre, como forma exclusiva de lo humano para avanzar en un concepto de subjetividad que no depende del concepto de sujeto, sino que se sostiene a sí mismo en el movimiento de su constitución. El concepto de modo alude al despliegue constante de producción existencial, en la medida que el modo en sí mismo es conatus, potencia, esfuerzo por perseverar en su ser. Gracias a la potencia el modo se individua, se diferencia y a la vez se relaciona. La potencia produce efectos necesarios ella es la esencia actuante del cuerpo y de la mente que en el modo humano se efectúan como deseo.
El deseo es la esencia del hombre (Spinoza)
Spinoza escribe en Ética III
Proposición 6
Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser.
Proposición 7
El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no es nada distinto de la esencia actual de la cosa misma.
El esfuerzo, conatus, es la potencia, la esencia actual de cada cosa singular. Lo mismo corresponde para los humanos, y en ese sentido continúa,
Proposición 9, escolio
El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a obrar algo por una afección cualquiera dada en ella.[4]
El deseo es causa actuante en virtud del poder de afectar y ser afectado, de las tramas afectivas en las cuales se encuentra. Y, como “causa eficiente”, actuante, el deseo deja de estar regido por la causa final. El deseo no carece: actúa y produce.[5]
El deseo es causa actuante de la mente y el cuerpo a la vez; por ello, el deseo determina el juicio, el pensamiento se vuelve deseante, en Ética III escribe
Proposición 9, escolio
Consta pues, por todo esto, que no nos esforzamos por nada, ni lo queremos, apetecemos ni deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos.[6]
A diferencia de la tradición, nos encontramos con una andadura donde el pensamiento y el deseo se enlazan en la medida que la mente, en su devenir activo, comprende el deseo como su fuerza interna. El deseo en tanto fuerza interna es, en sí mismo, relacional y varía de acuerdo al juego afectivo en el que se encuentra, de acuerdo a las relaciones de afectar y ser afectado que se producen entre los seres singulares en interacción. De ahí que no hay ausencia de deseo; la potencia-deseo puede disminuir, regenerarse o aumentar, pero siempre es en acto.
Así, en el spinozismo el deseo singular es una causa eficiente inmanente, no es una inclinación que se despliega en función de algo que se carece, en función de un fin, sino que siempre es en acto, un ejercicio que se realiza en el juego mismo de las afecciones, del poder de afectar y ser afectado. La potencia-deseo muestra su carácter relacional y varía de acuerdo en la movilidad afectiva en que se encuentra, puede disminuir, regenerarse o aumentar, pero no hay ausencia de deseo; en el mismo ejercicio del deseo, el modo humano actúa y produce.
El modo humano: modo expresivo de la Naturaleza-Dios
La potencia singulariza a cada ser y efectúa el vínculo con Dios-Naturaleza. El grado de potencia de cada ser singular es parte de la potencia infinita y, a la vez, es lo que lo individua y lo distingue de los demás.
La potencia es la esencia actuante del cuerpo y de la mente; las apetencias en el cuerpo y las voliciones en la mente son aspectos de la potencia que, en el modo humano, se efectúan como deseo.
Por último es preciso agregar
Spinoza escribe en Ética IV,
“… la potencia del hombre, en cuanto se explica por su esencia actual, es una parte de la potencia infinita, esto es, de la esencia de Dios o de la Naturaleza.” [7]
Proposición 4
Es imposible que el hombre no sea una parte de la naturaleza, y que no pueda sufrir otros cambios que los inteligibles en virtud de su sola naturaleza, y de los cuales sea causa adecuada.
Demostración: La potencia por la que las cosas singulares —y, por consiguiente, el hombre— conservan su ser, es la misma potencia de Dios, o sea, de la Naturaleza, no en cuanto es infinita, sino en cuanto puede explicitarse a través de una esencia humana actual.
La potencia de conservarse, de existir y de actuar que posee cada singular, por ende cada quien humano es una parte de la potencia del Dios- Naturaleza. La potencia en cuanto parte de un todo, es parte de la potencia de un ser que existe por sí. Pero, cada cosa singular en tanto parte es un grado de potencia original. La potencia muestra su movilidad y su carácter relacional, posee un poder de ser afectada y de afectar. Y las pueden ser pasivas si proveniente de las cosas exteriores o activas si son afecciones de la propia esencia.
concepto de modo
No sabemos lo que puede un cuerpo
Pensar lo humano en cuanto modo significa pensarlo en función de su potencia, lo que significa un quien singular relacional y en relación. La relevancia del concepto de modo está en que es el concepto de modo el que señala este carácter de pliegue, de singularización intensiva propia de cada cosa singular. Por tanto, el modo humano se presenta inicialmente como un ser singular que posee una mente y un cuerpo. De ahí la afirmación de Spinoza,
el alma y el cuerpo son una sola y misma cosa, que se concibe, ya bajo el atributo del pensamiento, ya bajo el de la extensión.
La mente y el cuerpo muestran el modo singular según se lo conciba bajo uno de los dos atributos de los infinitos atributos de la sustancia. Sólo conocemos el pensamiento y la extensión. La potencia de cada quien singular se despliegue tanto en el mente como en el cuerpo, por ello va a haber una correspondencia, una concatenación entre ambas.
Spinoza escribe en Ética III
De donde resulta que el orden o concatenación de las cosas es uno solo, ya se conciba la naturaleza bajo tal atributo, ya bajo tal otro, y, por consiguiente, que el orden de las acciones y pasiones de nuestro cuerpo se corresponde por naturaleza con el orden de las acciones y pasiones del alma.
Por ende, no hay supremacía del alma sobre el cuerpo, ni del cuerpo sobre el alma. Es aquí dónde nos encontramos con unos de los puntos radicales del pensamiento de Spinoza. No hay supremacía de uno sobre el otro, por ende no existe condición ontológica para la moral. La moral es sólo un efecto de un devenir pasivo de la potencia que se opera en el juego de la subordinación.
Ni el cuerpo puede determinar al alma a pensar, ni el alma puede determinar al cuerpo al movimiento ni al reposo, ni a otra cosa alguna (si la hay).
En ese movimiento lanza, al decir de Deleuze, su grito de guerra,
(…)Y el hecho es que nadie, hasta ahora, ha determinado lo que puede el cuerpo, es decir, a nadie ha enseñado la experiencia, hasta ahora, qué es lo que puede hacer el cuerpo en virtud de las solas leyes de su naturaleza, considerada como puramente corpórea(…)
El decir de Spinoza nos señala una vía para pensar los cuerpos, una vía determinada por la potencia, por lo que puede un cuerpo, por su movilidad, por su capacidad de expandirse, de configurarse, y restituirse y en ese sentido por su capacidad de afectar y ser afectado.
En otras palabras, Spinoza rompe con la tradición de cuerpo cosa, del cuerpo máquina porque rompe a su vez con la ontología, con el pensamiento lo sostiene. Su pensamiento en tanto despliegue de la potencia, de la inmanencia productiva habilita una concepción de cuerpo intensivo, configurante en un movimiento relacional constante con otros cuerpos. Y en definitiva intensivo, es índice de pluralidad, puesto que en definitiva el cuerpo en sí mismo es múltiple, cuerpo de cuerpos, siempre en relación con otros cuerpos.
Este peculiar concepto que aporta el spinozismo abre la posibilidad de investigación filosófica y científicas en torno a nuestro cuerpo propia, como así también aporta al pensamiento social y político. En la medida que contribuye a una concepción de las relaciones entre los seres como una relación de cuerpos relacionales y en relación, sin dejar de lado la perspectiva de la singularidad.
Por tanto en el momento de pensar la política en Spinoza es necesario tener presente tanto el concepto de potencia, el concepto de cuerpo, como el concepto de modo humano intrínseco, intensivo como composición de de cuerpo-mente.
La potencia-deseo un concepto clave desde una perspectiva ética-política.
Al aproximarnos al pensamiento político de Spinoza nos encontramos con el concepto de derecho natural. Se trata de un concepto clave, señala la posibilidad de un pensamiento politico pensada desde lo que podríamos nombrar pueblo y no desde la formas institucionalizadas del poder. El concepto de derecho natural es la posibilidad de un ejercicio autónomo singular y colectivo.
Y es en el ejercicio del derecho natural, de la potencia de pensar y actuar como potencia constituyente de la multitud que se constituyen el cuerpo político.
La constitución del cuerpo político.
La génesis del cuerpo político es un pensamiento que desafía a nuestro pensamiento contemporáneo en la medida que nos invita a pensar la política, no desde la institucionalidad ya dada, sino desde la potencia constituyente de los seres humanos en relación. Los seres humanos en su singularidad poseen un poder tanto de singularización como de colectivización, poseen una capacidad propia de vivir en relación con otros seres humano y también con otros seres que pueblan la naturaleza. Ese poder relacional se posee y su ejercicio es la clave para la constitución de vida comunitaria que luego podrá adquirir distintos posibilidad des de efectuación.
Por ello, en insistimos que el pensamiento político de Spinoza ofrece elementos para pensar la relación indisoluble entre la ética y la política, puesto que en el despliegue de la vida lo singular se pliega a lo colectivo y los colectivo efectúa lo singular. En ese sentido, se desarrolla un pensamiento que piensa la vida comunitaria como problema fundamental del pensamiento político.
De ahí, la insistencia en que pensar la política gracias al influjo del pensamiento spinoziano es formular la pregunta por las condiciones de aumento, expansión de la potencia, por las condiciones de ejercicio de la potencia de la creación de nuevos posibilidad de vida, las condiciones para el ejercicio de la libertad.
*Texto leído en el ISEF – Agosto 2016
[1] Spinoza, B., Tratado breve, Madrid, Alianza Editorial, 1990, p. 74.
[2] Ídem: Ética, I, P 18, México, FCE, 1980, p. 29.
[3] Ibídem, III, Prefacio, p. 102.
[4] Ibídem, III, P 9 (Escolio), p. 112.
[5] En el pensamiento de Spinoza, el deseo adquiere un carácter fuertemente productivo en tanto es parte de la potencia de Dios-Naturaleza y, como ya dijimos, Dios-Naturaleza crea por la necesidad de su potencia, lo que muestra que es causa eficiente, inmanente a sí mismo y a su creación.
[6] Spinoza, B., Ética, óp. cit., p. 112. [E, III, P, 9, Escolio]
[7] Ibidem, III, P 7, p. 11.