En el despliegue de la vida… Pensamiento, deseo y creación – 2013

En el despliegue de la vida… Pensamiento, deseo y creación – 2013

2 de julio, 2018 epensamiento 0

Prólogo

Una vez más, la amistad fuerza al pensamiento, a la escritura…  La propuesta misma de esta colección afianza el devenir de la amistad, estimula las construcciones de  entramados afectivos donde se entrelazan la escritura y la lectura dando lugar a encuentros que movilizan la potencia creativa singular y colectiva.

En nuestros días, la insistencia en generar tramas de producción colectiva adquiere relevancia, en tanto el devenir de las acciones creativas que traen consigo lo nuevo tiende a enlentecerse. Por ello, este texto vuelve sobre ciertas inquietudes que surgen en los procesos creativos, especialmente, en aquellos que buscan expandirse en el espacio y en el tiempo.

Las experiencias singulares y colectivas que apuestan por la creación fuerzan a la pregunta y exigen modificaciones en las condiciones de vida. En ese camino, la pregunta por lo humano singular-colectivo y por las composiciones relacionales que lo vinculan consigo mismo, con los demás y con la naturaleza contribuye a comprender los modos de existencia en este tiempo de mutaciones que nos ha tocado vivir. Pensar lo humano singular-colectivo, los procesos creativos que cada quien despliega, significa pensar el mundo en el que nos encontramos y avanzar hacia una propuesta ético-política capaz de propiciar nuevos modos de existencia que traigan consigo nuevos modos del mundo.

En esa andadura, se despliega un ejercicio de pensamiento filosófico que deja de lado lo ya sabido, la creencia en el actual estado de cosas, en el sistema de carencia y determinación de la existencia que se ha instaurado a lo largo de los años, y se dispone a una escucha poética, problematizante y en situación abierta al tiempo, a la vida.

 

  • Pensar el presente: la pregunta por las condiciones de existencia

 

La movilidad del acontecer transforma los modos de existir, pensar y experimentar

Vivimos tiempos de intensas mutaciones, sentimos alteraciones constantes y casi imperceptibles en nuestras vidas. Las mutaciones se introducen en las prácticas cotidianas, en los quehaceres mínimos; producen la sensación de que los modos de pensar, de percibir, de sentir se vuelven insuficientes. Junto con eso, experimentamos la movilidad de un caudal de ideas-imágenes que nos cuesta configurar, que se estanca y pierde fluidez dificultando aún más la expansión de nuevas dimensiones de la existencia.

Nos percatamos de que la elaboración de las ideas y su expansión en experiencias creativas requiere una escucha paciente, una perspicaz captación de lo que pasa en lo que nos pasa puesto que las fuerzas de los acontecimientos constituyen las tramas temporales de la vida y brindan elementos inestimables para comprender; para componer relaciones; para configurar el pensamiento, la experiencia.

Al aceptar la movilidad del acontecer, el modo mismo del pensar se modifica; incorpora un impulso transformador; da lugar a un pensamiento afectivo, relacional, imbricado con el devenir. El pensamiento capta los elementos del acontecer, elabora composiciones conceptuales y afectivas, comprende, configura, crea: afirma, y la afirmación requiere una segunda afirmación que trae consigo el ejercicio mismo de la creación.

El pensamiento nos involucra; abandona su hegemonía discursiva, intelectiva. Los conceptos se componen, en un juego dinámico, con sensaciones, afecciones y afectos; muestran su capacidad conectiva; se expanden en composiciones de ideas-imágenes.  El pensamiento se modifica, fuerza la emergencia de nuevos-antiguos modos de pensar, de componer y de experimentar.

En ese movimiento, las mutaciones en los modos de existencia son, a la vez, mutaciones en el pensamiento. Las transformaciones se vuelven un ejercicio creativo vital; intensifican la emergencia de composiciones creativas en los distintos aspectos de la existencia; estimulan las expansiones, el anhelo de compartir, las conversaciones inventivas entre quienes se sienten afines y no pretenden un decir definitivo.

 

La disminución de la potencia de pensar y crear: un peligro actual

 

Ahora bien, cuando comenzamos a experimentar la movilidad del pensar y el anhelo de nuevos modos de existencia, aparecen escollos que enlentecen las producciones. Tenemos la sensación de no poder desembarazarnos de grillas de pensamiento y de acción que nos inducen a la aceptación y aprobación del actual estado de cosas. Lo cierto es que, desde distintos medios, se intenta convencernos de que es preciso aceptar lo dado sin más. Se sostiene el sometimiento a un modo de realidad, de existencia, con la consabida carga de resignación y desánimo.

Vivimos la hegemonía de un modo de pensamiento y de acción que induce a un pragmatismo donde reinan las cosas y objetos, un régimen formal donde sólo tiene cabida lo medible y cuantificable, lo acumulable. Bajo este régimen se opera un dualismo ilusorio en el que, de acuerdo a las distintas posiciones adoptadas, se valora uno de sus términos: o bien un pensamiento intelectivo, abstracto; o bien un accionar irreflexivo. De ese modo, la fuerza del pensamiento y de la acción disminuye y la existencia singular y colectiva se empobrece.

Por esa razón, se vuelve insoslayable la pregunta por el presente, por las condiciones de existencia aquí, en este tiempo y lugar. Pregunta que, en su despliegue, moviliza memorias que traen consigo las palabras de Spinoza:

… el gran secreto del régimen monárquico y su máximo interés consisten en mantener engañados a los hombres […] a fin de que luchen por su esclavitud, como si se tratara de su salvación…[1]

En otras palabras, a fin de que luchen por su esclavitud, como si se tratara de su  libertad.

En nuestros días, leer a Spinoza nos sacude, nos interpela y, a la vez, nos alienta. Nos fuerza a formular preguntas, a plantear problemas, a introducir modificaciones en nuestros modos habituales de pensar y experimentar eso que llamamos “la realidad”. Su pensamiento se vuelve necesario; en un mismo movimiento, pone de manifiesto la dinámica de la esclavitud y genera la posibilidad de un ejercicio de pensamiento como efectuación de libertad.

Sin duda, en estos días, la palabra esclavitud suena desmesurada. Es difícil concebir que, en las primeras décadas del siglo XXI, aún sea pertinente su uso. Pero, las formas de la esclavitud y de su aceptación han adquirido sesgos diferentes y justamente el pensamiento spinoziano contribuye a visibilizar las formas que hoy pesan sobre los modos de existencia.

El problema de la subordinación no se agota en el mecanismo explícito del mando y la obediencia; atañe al acatamiento de cuerpos de ideas, de lógicas de pensamiento y de acción que operan en la producción de los modos de existencia determinando la potencia-deseo de actuar y de crear. En ese sentido, se plantea un campo de problematicidad en donde la pregunta por las condiciones de producción de los modos de existencia singulares y colectivos se imbrica a la pregunta por lo humano en su relación con la naturaleza-mundo. Y, en ese movimiento, tanto el pensamiento como el deseo y la creación generan una configuración conceptual en la cual es interesante volver a incursionar.[2]

 

 

  • El deseo es la esencia del hombre (Spinoza)

 

La forma hombre

 

Al concluir Las palabas y las cosas, Foucault escribía:

 

Si esas disposiciones desaparecieran tal como aparecieron, si, por cualquier acontecimiento cuya posibilidad podemos cuando mucho presentir, pero cuya forma y promesa no conocemos por ahora, oscilaran, como lo hizo, a fines del siglo XVIII el suelo del pensamiento clásico, entonces podría apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena.[3]

 

El pensamiento de Foucault, al poner en cuestión la forma-hombre, retomaba recorridos filosóficos previos, a la vez que decía las inquietudes de una época. En estos días, luego de varias décadas de pensamiento en torno a la cuestión del hombre, del sujeto y de su ausencia, de la subjetividad y sus derivas, podríamos insistir con Deleuze que “aun considerando un período corto, el Hombre no siempre ha existido y no existirá siempre”.[4]

 

Sin duda, la forma hombre muestra su carácter epocal. Ya no se trata de una determinación formal de lo humano, sino de aproximarnos a lo humano en sus distintas modalidades constitutivas, en sus distintas composiciones singulares teniendo en cuenta, a su vez, las condiciones que las hicieron posible. Por ello, el problema no radica en “la desaparición del hombre existente, ni [en] un cambio conceptual”,[5]  sino en mostrar el carácter metamorfósico, en formular la pregunta por nuevos modos aún en gestación.

 

La inquietud concerniente a lo humano genera diversos tipos de producciones. Nos encontramos con un fuerte desarrollo de teorías en torno al sujeto y a la subjetividad, como así también con otras perspectivas, por ejemplo, la de Montebello que, en un texto reciente, nos habla de “otra metafísica” [6] y, al hacerlo, actualiza un pensamiento que propone una visión de lo humano en su relación con la naturaleza:

 

Imaginar una superación del hombre en la línea de crestas del cosmos lleva a la humanidad a la altura del poder inmanente que atraviesa el universo. Encontrar la envoltura creativa del ser en el hombre para, en contrapartida, iluminar y liberar su acción y su creatividad en el corazón de la naturaleza.[7]

 

 

En la senda de Spinoza

Desde nuestra perspectiva, nos parece interesante aproximarnos al pensamiento de Spinoza para indagar la cuestión de lo humano, puesto que el mismo aporta aire fresco y abre vías de pensamiento que nos resultan innovadoras. Además, contamos con una espesa trama de estudios sobre su obra en donde se destacan algunas lecturas que contribuyen a la tarea que nos proponemos. [8]

Cuando recorremos los textos spinozianos, nos impacta una peculiar visión que se despliega en una lógica de pensamiento relacional donde los conceptos y los afectos nos aproximan a la Naturaleza-Dios, a la Naturaleza-mundo; a cuerpos afectivos y a singularidades intensivas. La filosofía de Spinoza, gracias al movimiento de la Naturaleza Naturante y la Naturaleza Naturada, pliega lo uno y lo múltiple mediante un pensamiento relacional y afirmativo; realiza un estricto ejercicio de inmanencia, al sostener la preeminencia de la causa eficiente, lo que significa que Dios (Naturaleza Naturante), agente productor, integra lo producido (Naturaleza Naturada): no hay separación entre la causa y su efecto, entre aquel que produce y su creación.

En esa línea, en el Diálogo I del Tratado Breve, dice:

 

Tu razonamiento es, pues, éste: que la causa, puesto que es productora de los efectos, debe estar fuera de ellos. Y tú dices esto, porque tan sólo tienes noticias de la causa transitiva y no de la causa inmanente, la cual no produce en absoluto algo fuera de ella. […] Por tanto, tampoco Dios es, respecto a sus efectos o creaturas, otra cosa que una causa inmanente, y, además, respecto a la segunda consideración, es un todo. [9]

 

 

Y, en la Ética, escribe: “Dios es causa inmanente, pero no transitiva, de todas las cosas.”[10]

 

El Dios-Naturaleza de Spinoza es causa eficiente inmanente, crea por la necesidad de su potencia, y la potencia por la cual obra y existe es su esencia. Entonces, el Dios-ser spinoziano no es causa eficiente transitiva que crea de acuerdo a un fin y al crear se  separa de lo creado; por el contrario, al ser causa eficiente inmanente, no se separa de lo creado, se expresa en lo creado y lo creado lo expresa, produce y al producir se produce.

 

La lógica y la ontología del spinozismo nos permiten aproximarnos a la cuestión de lo humano desde una perspectiva particular. En principio, podríamos decir que en su pensamiento no hay lugar para la forma hombre como una entidad sustancial y separada y el mismo Spinoza lo afirma al decir que aquellos que lo sostienen “parecen concebir al hombre en la Naturaleza como un imperio dentro de otro imperio”.[11]

Spinoza traza un camino al concebir lo humano en su individualidad intensiva como un modo intrínseco singular de la Naturaleza-Dios. En el plano de pensamiento spinoziano, la forma-hombre no tiene cabida, excepto como una de las tantas abstracciones que dificultan el acceso al pensamiento de lo singular. Los humanos son  considerados en su singularidad como una parte intensiva de la Naturaleza: lo humano como modo singular y, agregaríamos, relacional y en relación.

 

El pensamiento spinoziano aporta en el momento de pensar lo humano como ser relacional inserto en una trama que constituye y lo constituye y, en ese sentido, traza una configuración conceptual que alumbra la cuestión de la creación-producción.

 

La potencia-deseo de pensar, de crear

 

Spinoza escribe:

Cada cosa se esfuerza, cuanto está en ella, por perseverar en su ser […]

El esfuerzo con que cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser no es nada aparte de la esencia actual de la cosa misma. [12]

 

El esfuerzo, conatus, es la potencia misma de cada cosa singular, de cada ser singular; ella es, en sí misma, potencia de existir, de pensar, de actuar y de producir efectos necesarios.

En la “Parte IV” de la Ética, agrega: “la potencia del hombre, en cuanto se explica por su esencia actual, es una parte de la potencia infinita, esto es, de la esencia de Dios o de la Naturaleza.” [13]

La potencia singulariza a cada ser y efectúa el vínculo con Dios-Naturaleza. El grado de potencia de cada quien es parte de la potencia infinita y, a la vez, es lo que lo individua y lo distingue de los demás. La potencia es la esencia actuante del cuerpo y de la mente; las apetencias en el cuerpo y las voliciones en la mente son aspectos de la potencia que, en el modo humano, se efectúan como deseo.

Spinoza escribe:

… Además, entre el apetito y el deseo no hay ninguna diferencia, sino que el deseo se refiere generalmente a los hombres en cuanto son conscientes de su apetito, y por ello puede definirse así, a saber: El deseo es el apetito con conciencia de él.[14]

 

Así, el deseo no es una inclinación que se despliega en función de algo que  se carece, en función de un fin, sino que siempre es en acto, un ejercicio que se realiza en el juego mismo de las afecciones, del poder de afectar y ser afectado. Y, en el mismo ejercicio del deseo, el modo humano actúa y produce.

 

El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a obrar algo por una afección cualquiera dada en ella.[15]

 

El deseo es causa actuante en virtud del poder de afectar y ser afectado, de las tramas afectivas en las cuales se encuentra. Y, como “causa eficiente”,[16] actuante, el deseo deja de estar regido por la causa final. El deseo no carece: actúa y produce.[17]

El deseo es causa actuante de la mente y el cuerpo a la vez; por ello, el deseo determina el juicio, el pensamiento se vuelve deseante.

Spinoza escribe:

Consta pues, por todo esto, que no nos esforzamos por nada, ni lo queremos, apetecemos ni deseamos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos.[18]

 

A diferencia de la tradición, encontramos una andadura donde el pensamiento y el deseo se enlazan en la medida que la mente, en su devenir activo, comprende el deseo como su fuerza interna. El deseo en tanto fuerza interna es, en sí mismo, relacional y varía de acuerdo al juego afectivo en el que se encuentra, de acuerdo a las relaciones de afectar y ser afectado que se producen entre los seres singulares en interacción. De ahí que no hay ausencia de deseo; la potencia-deseo puede disminuir, regenerarse o aumentar, pero siempre es en acto.

 

 

  • Pensamiento, deseo , creación

 

El recorrido que hemos realizado estuvo impulsado por la pregunta por cómo pensar nuestras experiencias productivas y por la inquietud que provoca la dificultad para apropiarnos de nuestra potencia creativa, puesto que vivimos en un sistema de creencias que no le presta atención a la potencia creativa,[19] que omite la importancia de las tramas afectivas y el peculiar vínculo entre la naturaleza y los seres que la pueblan.

Las formas de saber y los dispositivos de poder ofrecen un modo de vida basado en seguir prescripciones, acatar normas, obedecer autoridades; un sistema que determina un conjunto de pautas de vida en nombre de supuestos bienes individuales y comunes que nos alejan de los modos propios, de nuestra legitima rareza.[20] Y, en ese sentido, se nos hace arduo apreciar tanto la propia potencia singular como, así también, los modos colectivos de su expresión.

Por ello, hemos seguido una andadura que nos permitiera vislumbrar la abundancia propia de los seres singulares y del mundo; es decir, no partir de un fin como premisa de la acción, sino de nuestra potencia productiva de pensar y actuar.

Transitar una senda que afirme el ejercicio de la potencia y su necesidad de efectuación y expansión, en el tiempo y en el espacio, conduce a tomar distancia de aquellos dispositivos de pensamiento-acción que aceptan las formas instauradas como inamovibles y, a la vez, afirmar la procesualidad y la movilidad de los modos de existencia tanto a nivel singular como colectivo. Por ello, el desafío es realizar un ejercicio de pensamiento que genere composiciones conceptuales y afectivas que permitan concebir la fuerza relacional de la potencia de acción y de creación de cada ser humano singular como parte expresiva de la naturaleza.

De ahí, la necesidad del spinozismo y de recorridos filosóficos contemporáneos que le den importancia al pensamiento al alentar el planteo de problemas, el despeje de ideas y la elaboración de conceptos que clarifiquen la acción. De este modo, estimular el despliegue de un pensamiento-acción capaz de aumentar la potencia-deseo y los procesos creativos que se realizan en las distintas dimensiones de la vida y, a su vez, insistir en una configuración conceptual que realice el enlace entre pensamiento, deseo, creación.

En palabras de Deleuze:

Lo que vengo diciendo desde el comienzo implica que pensar y desear son la misma cosa. La mejor manera de no ver o de rechazar que el deseo es pensamiento, posición de deseo en el pensamiento, verdaderamente proceso, es ligar el deseo a la falta. Cuando hacemos esto estamos instantáneamente en el campo del dualismo, ya hemos asumido sus bases.[21]

 

La imbricación del pensamiento y el deseo afianza su carácter creativo, modifica el ejercicio mismo del pensamiento. La pujanza del pensamiento reside en su fuerza actuante y creativa, atañe a los modos de hacer y de sentir, de conocer. El pensamiento deseante abandona la preeminencia discursiva, su afán representacional; se pliega a la percepción, el pensar-percibir; efectúa su capacidad relacional y configurante: su potencia de obrar. El acto es el pensamiento hecho visible[22] y su fuerza creativa ya no es absorbida por el esquema acción-reacción, sino que, unida al pensamiento, la acción opera en situación: afirma, comprende y crea.

 

Volver a pensar la idea de creación

Llegados a este punto, se vuelve imperioso pensar la noción de creación desde una perspectiva renovada. Respecto de esto, Montebello nos dice:

 

Lo esencial es que la idea de creación ha sido enteramente repensada. Ese viejo concepto ha sido revitalizado. El poder de creación ha descendido a la naturaleza. Él ha aparecido como el motor de cada uno de sus manifestaciones, el resorte íntimo de cada fragmento de naturaleza.[23]

 

En esa andadura avanzamos hacia un concepto de creación-producción[24] capaz de expresar la potencia creativa propia de la naturaleza y de los elementos que la  constituyen. Pero, es preciso andar despacio, atravesar ciertas dificultades que conciernen a las experiencias creativas y al modo de pensarlas, puesto que el mismo concepto de creación-producción trae consigo configuraciones conceptuales que obstaculizan el pensamiento y la experiencia de los procesos creativos singulares y colectivos.

En principio, observamos que en las prácticas creativas siguen vigentes esquemas mentales que enlentecen las tareas creativas. El concepto de creación estuvo estrechamente vinculado a concepciones metafísico-teológicas que aún siguen vigentes entorpeciendo así la emergencia de nuevas configuraciones de pensamiento en relación con la cuestión.

El problema radica en que ciertas ideas-fuerzas operan de forma imperceptible en los modos de hacer y decir, y terminan dificultando el despliegue de la potencia creativa. En otras palabras, se trata de tener en cuenta que aún perdura una antigua lógica causal que separa el agente, el proceso y la obra, y sostiene la regencia de la causa final en la operación productiva. El agente creador adquiere el carácter de un demiurgo abocado a  la obtención de un producto final, exterior al proceso mismo.

Este modelo productivo se desarrolla en consonancia con la forma-hombre en tanto sujeto creador. La figura del sujeto, a su vez, está determinada por el entendimiento y la voluntad y opera con la creencia de que la acción voluntaria, en tanto elige sus fines, es libre: la creación voluntaria se plantea como libre e inteligente. De esa manera, se sostiene un régimen productivo jerárquico y contingente determinado por formas y fines exteriores al mismo.

La creación ordenada a un fin pierde su carácter experimental, culminan por perder la pista de la potencia/deseo, lo que trae consigo la instauración de una tendencia moral donde el sistema del juicio opera haciendo que los fines suplementarios al proceso creativo oficien como regentes de la producción misma.

 

***

 

La andadura que hemos transitado nos brinda ciertas pistas a la hora de abordar la cuestión de la creación-producción, puesto que el pensamiento spinoziano nos da la posibilidad de comprender los procesos creativos bajo la dinámica de la causa eficiente inmanente: la potencia-deseo crea por la pura necesidad de su fuerza interna y, al crear, no se separa de lo creado.

La cuestión, entonces, es retomar el concepto de creación que extraemos de la lectura de Spinoza en torno a la dinámica de la causa eficiente-inmanente en el movimiento de Naturaleza Naturante y de la Naturaleza Naturada y considerarlo a la luz de  perspectivas de pensamiento contemporáneas[25]. Sin duda, ciertas líneas de la filosofía deleuzeana contribuyen a dicho abordaje, específicamente, el concepto del ser unívoco (inmanente) y la lógica genésica de las multiplicidades en su movilidad constante virtual-actual.

“Toda multiplicidad implica elementos actuales y elementos virtuales”[26] dice Deleuze y nos alienta a pensar que el ser unívoco inmanente, como naturaleza productiva, crea gracias a su propia animación virtual-actual-virtual. En ese sentido, se abre una dimensión ontológica donde el ser-potencia se despliega en la movilidad de afecciones múltiples, se expresa en cuerpos intensivos, composiciones relacionales de distinta consistencia.

A la luz de una dimensión intensiva, relacional del ser, de una visión artística de la naturaleza, las cosas de este mundo adquieren nuevos colores, se vuelven elementos creativos, composiciones relacionales y en relación. La potencia creativa/productiva, en su despliegue actual-virtual-actual, necesariamente produce y, a la vez, se produce. Alcanzamos así la fuerza rebelde de nuestra propia potencia productiva al desplegar dimensiones de nosotros mismos en tanto seres singulares-colectivos, expresiones intrínsecas de un ser-vivir.

Desde esta perspectiva, la expansión de la potencia es necesaria y rebelde; los seres singulares crean por necesidad de su potencia y al crear realizan un ejercicio activo de libertad.

 

***

En este movimiento, se genera una imagen de pensamiento que concibe el pensamiento-acción desde una perspectiva relacional-intensiva, afectiva. El pensamiento disuelve su sumisión al ideal cognitivo, se imbrica a la vida, enriquece la experiencia. Nos invita a iluminar los hilos creativos que recorren nuestras vidas; a darle visibilidad a las tramas relaciones, a los devenires creativos, inventivos, a las múltiples resonancias que se despliegan entre próximos y lejanos.

 

Deleuze, evocando a Klee, escribe:

 

En arte, tanto en pintura como en música, no se trata de reproducir o de inventar formas, sino de captar fuerzas. Incluso por eso es porque ningún arte es figurativo. La célebre fórmula de Klee ´no hacer lo visible, sino hacer visible` no significa otra cosa. La tarea de la pintura se define como el intento de hacer visibles fuerzas que no lo son.[27]

 

La tarea filosófica, ético-política, en relación a la artística, se vuelve compleja. Vislumbrar los enjambres relacionales no es sencillo,  nuestra capacidad perceptiva está acostumbrada a las formas. Se nos vuelve difícil captar las fuerzas, las intensidades, ellas requieren otras modalidades perceptivas. Y es justamente en relación a las distintas prácticas artísticas que encontramos una vía para ampliar nuestro pensamiento-percepción y vislumbrar así las fuerzas genésicas en nuestro diario vivir.

 

La problematización de los modos de existencia, una cuestión ético-política

 

Llegados a este punto, la preocupación por las experiencias creativas/productivas, tanto aquellas que alcanzan destacados niveles de visibilidad como aquellas que se  entrelazan con nuestros quehaceres diarios, nos conduce a la problematización de los modos de existencia. Y, de esa manera, la filosofía y el arte se enlazan a la política en su relación indisoluble con la ética; se genera así un espacio abierto a conversaciones que aportan un abordaje renovado de la cuestión.

Los despliegues vitales son procesos creativos que se expresan a nivel de la existencia. Preguntar por las condiciones de existencia es atender a lo singular y a las tramas relacionales que nos constituyen y constituimos. En esta vía, la política se enlaza a la ética, da lugar a una “política afectiva”[28] que focaliza  la imbricación entre lo singular y lo plural al considerar la existencia singular como relacional y en relación. La preocupación por la vida colectiva no deja de lado la pregunta por los seres singulares, por su potencia productiva de pensamiento y acción.

La política afectiva desplaza su atención de lo institucional instaurado y problematiza las condiciones de producción de los modos de existencia. Esto es, su atención está puesta en la construcción de una vida comunitaria en donde cada quien actúa en relación con otros seres que afecta y lo afectan. Los seres humanos, en el movimiento mismo de la existencia, efectúan relaciones a partir de las cuales se constituyen tramas, campos políticos afectivos y productivos en los que se expresa la potencia de cada ser singular como parte de la Naturaleza.

Los movimientos a nivel de la existencia son a la vez movimientos a nivel del pensamiento. De allí la importancia de pensar las tramas relacionales, afectivas que constituyen las distintas composiciones de nuestras vidas. La apuesta de la política afectiva se expresa en el ejercicio de la potencia, en los modos de existencia, en una peculiar relación consigo mismo y con los demás. Por ello, se plantea como el ámbito donde se formula la pregunta por cómo generar las mejores condiciones para la apropiación, aumento y expansión de la potencia creativa[29], cómo generar territorios afectivos que estimulen su despliegue, cómo realizar un ejercicio de deseo productivo como efectuación de la libertad.

Annabel Lee Teles, Montevideo, febrero del 2013.

 

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[1] Spinoza, B., Tratado teológico-político, Prefacio, Madrid, Alianza, 1990, p. 64.

[2] En el presente texto, debido a su extensión, solo será planteado un esbozo de la cuestión.

[3] Foucault, M, Las palabras y las cosas, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1984, p. 375.

[4] Deleuze, G., Foucault, Buenos Aires, Paidós, 1987, p. 159.

[5] Ídem: Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, 1995, p. 146.

[6] Montebello, P., L´autre métaphysique: essai sur Ravaisson, Tarde, Nietzsche et Bergson, París, Desclée de Brouwer, 2003. El libro de Montebello muestra cómo esa otra metafísica, trazada por los pensadores mencionados en el título, señalaría las líneas de una antropología donde se produce el enlace entre lo humano y la naturaleza.

[7] Ibídem, p. 305.

[8] Para el desarrollo de este texto se realizó un trabajo sobre la obra de Spinoza y sobre la lectura que Deleuze y Chauí hacen de la misma.

[9] Spinoza, B., Tratado breve, Madrid, Alianza Editorial, 1990, p. 74.

[10] Ídem: Ética, I, P 18, México, FCE, 1980, p. 29.

[11] Ibídem, III, Prefacio, p. 102.

[12] Ibídem, III, P 6, p. 110.

[13] Ibidem, III, P 7, p. 11.

[14] Ibídem, IV, P 4 (Demostración), p.  178.

[15] Ibídem, III, P 9 (Escolio), p. 112.

[16] “Y lo que se llama ´causa final´ no es otra cosa que el apetito humano mismo, en cuanto considerado como el principio o la causa primera de alguna cosa. […] El deseo singular es, en realidad, una causa eficiente […] Los hombres son, sin duda, conscientes de sus acciones y apetitos, pero inconscientes de las causas que los determinan a apetecer algo.” Chauí, M., Política en Spinoza, Buenos Aires, Gorla, 2004, p. 227 (la cita, a su vez, pertenece a Spinoza, B., Ética, IV, Prefacio en Gebhardt C., Spinoza, Opera, II, Heidelberg, Carl Winter, 1925).

[17] En el pensamiento de Spinoza, el deseo adquiere un carácter fuertemente productivo en tanto es parte de la potencia de Dios-Naturaleza y, como ya dijimos, Dios-Naturaleza crea por la necesidad de su potencia, lo que muestra que es causa eficiente, inmanente a sí mismo y a su creación.

[18] Spinoza, B., Ética, óp. cit., p. 112. [E, III, P, 9, Escolio]

[19] Ver, Teles A., Política Afectiva. Apuntes para pensar la vida comunitaria, Paraná, Editorial Fundación La Hendija, 2009.

[20] Char, R., “Desarrollad vuestra legítima rareza”, en Eribon, D., Michel Foucault, Barcelona, Anagrama, 1992.

[21] Deleuze, G., Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia, Buenos Aires, Cactus, 2005, p. 183.

[22] Reclus, E., Evolución, revolución y otros escritos, Montevideo, Alter Ediciones, 2012, p. 67. El texto dice: “¿Y la libertad de palabra? ¿Y la libertad de acción? ¿Son otra cosa que consecuencias lógicas de la libertad de pensar? La palabra no es otra cosa que el pensamiento que se ha vuelto sonoro; el acto es el pensamiento hecho visible.”

[23] Montebello, P., óp. cit., p. 302.

[24] En este contexto enlazamos creación y producción, puesto que, mediante su unión, nos interesa enriquecer ambos términos.

[25] En palabras de Klee: “Ante todo, el artista no concede a las apariencias de la naturaleza la misma importancia apremiante que sus numerosos detractores realistas. No se siente tan sometido a ella, las formas detenidas no representan a sus ojos la esencia del proceso creador en la naturaleza. La naturaleza naturante le importa más que la naturaleza naturada.” Klee, P., Teoría del arte moderno, Buenos Aires, Cactus, 2007, p. 28 y ss.

[26] Deleuze, G. y Parnet, C., Dialogues, Paris, Flammarion, 1995, p. 179.

[27] Deleuze, G., Francis Bacon. Logique de la sensation, Paris, Ed. De la Différence, 1996, p. 39.

[28] Ver Teles, A., Política afectiva, Apuntes para pensar la vida comunitaria, Paraná, Fundación La Hendija, 1999.

[29] Ver Deleuze, G., En medio de Spinoza, Buenos Aires, Cactus, 2003.

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