La cuestión de la subjetividad y la preocupación por los procesos creativos

La cuestión de la subjetividad y la preocupación por los procesos creativos

2 de julio, 2018 epensamiento 0

Annabel Lee Teles

Montevideo, mayo, 2014.

Texto leído en el Encuentro de AUPCV – Mayo 2014

El presente trabajo efectúa un recorrido conceptual en torno a la cuestión de la subjetividad y a la vez, muestra una preocupación respecto a las dificultades que aparecen a la hora de desarrollar un pensamiento-acción que afirme la emergencia de lo nuevo; un pensamiento que estimule la creación-producción en los distintos aspectos de la vida. Por ello, este texto despliega un pensar problemático, en situación, que formula la pregunta por el pensamiento, por los procesos de subjetivación y por las relaciones de cada quien consigo mismo, con los demás y con el mundo: por  las tramas relaciones que nos constituyen y constituimos.

En otras palabras, este texto plantea una preocupación ético-político fuerte que atañe a los modos de vida, a los territorios existenciales que son la condición para el despliegue de la potencia de pensar y actuar individual y colectiva.

  • La pregunta por el pensar

La problematización del pensamiento cuestiona su génesis, su constitución conceptual, y afectiva; pregunta por cómo se despliegan, articulan y afirman ideas; insiste en la inquietud foucaultiana de ¿cómo y hasta dónde es posible pensar distinto?

En estos tiempo de intensas mutaciones tenemos la sensación de que los modos de pensar, de percibir, de sentir resultan insuficientes. Experimentamos la movilidad de un caudal de ideas-imágenes que nos cuesta configurar y fuerzan a la pregunta por cómo pensar eso que pasa y nos pasa. Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que el modo de pensar afecta la manera de vivir, lo que trae consigo la inquietud por las configuraciones de pensamiento que afirmamos y expandimos. Es así que se vuelve perentorio atender a cómo pensar. Las ideas y los conceptos no son cosas ya hechas, no se trata simplemente de tomarlas y acomodarlas, de repetirlos sin más, sino de intentar el camino de escuchar las propias inquietudes, de plantear problemas, de darnos cuenta cuando aparece una repetición sin diferencia que dificulta la emergencia de nuevas configuraciones de pensamiento.

  • En la senda de Spinoza: la problematización de la subjetividad

En este contexto y gracias a la perseverancia de Deleuze, resulta relevante aproximarse al pensamiento de Spinoza para problematizar la cuestión de la subjetividad, puesto que su pensamiento aporta un modo peculiar de pensar lo humano que enriquece al pensamiento actual.

Al recorrer los textos de Spinoza, nos impacta una peculiar visión del mundo que se despliega en una lógica relacional donde los conceptos y los afectos nos aproximan a la Naturaleza-mundo; a cuerpos afectivos y a singularidades intensivas. La filosofía de spinoziana,  pliega lo uno y lo múltiple mediante un pensamiento afirmativo; realiza un estricto ejercicio de inmanencia, al sostener la preeminencia de la causa eficiente, lo que significa que el agente productor no crea de acuerdo a un fin, sino que integra lo producido. El Ser-Naturaleza de Spinoza crea por la necesidad de su potencia, se expresa en lo creado y lo creado lo expresa, produce y al producir se produce.

La lógica y la ontología del spinozismo nos aproximan a la cuestión de lo humano. En este contexto, la idea del hombre como entidad sustancial es una de las tantas abstracciones que dificultan el acceso tanto a lo singular como a la relacional. En el prefacio de EIII, dice que aquellos que piensan de esa manera “parecen concebir al hombre en la Naturaleza como un imperio dentro de otro imperio”.[1]

Spinoza traza un camino, concibe lo humano en su singularidad, como un modo intrínseco singular relacional y en relación. En ese sentido, la cuestión de lo humano requiere tanto una perspectiva singular y singularizante como una perspectiva relacional y vinculante.

En su  territorio conceptual encontramos el concepto de modo, específicamente el concepto de modo humano. Lo humano en tanto modo se relaciona con la existencia, con la potencia de existir, de pensar y de obrar.

La fuerza del concepto de modo hace de la subjetividad un proceso de constitución existencial, en la medida que el modo en sí mismo es potencia, conatus, esfuerzo por perseverar en su ser. Gracias a la potencia el modo se individua, se diferencia y a la vez se relaciona. La potencia produce efectos necesarios ella es la esencia actuante del cuerpo y de la mente que en el modo humano se efectúan como deseo. En E III P 9 leemos, El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a obrar algo por una afección cualquiera dada en ella.[2] 

Así, en el spinozismo el deseo singular es una causa eficiente* inmanente, no es una inclinación que se despliega en función de algo que  se carece, en función de un fin, sino que siempre es en acto. La potencia-deseo muestra su carácter relacional y varía de acuerdo al juego afectivo en el que se encuentra, puede disminuir, regenerarse o aumentar, pero no hay ausencia de deseo;  en el mismo ejercicio del deseo, el modo humano actúa y produce.

Las afecciones y los afectos, el poder de afectar y ser afectado constituye la potencia-deseo, y a su vez, le otorgan al modo una movilidad genésica y procesual. Los modos de existencia se presentan como composiciones relacionales móviles que en el diario vivir despliegan una dinámica creativa inmanente. Cada modo singular relacional y en relación despliega procesos autopoiéticos que contribuyen  a sostener, a  transformar, a crear su mundo circundante.

 

Llegados a este punto surge nuevamente la pregunta por el pensar, la pregunta por cómo alcanzar la experiencia, la captación, el pensamiento-percepción de la movilidad relacional propia de la potencia-deseo, de las modalidades existenciales que la expanden y efectúan. En la medida que nuestro proceder habitual está abocado a pensar de acuerdo a categorías estables, a estados de cosas, a lo ya hecho, a relaciones entre términos dados y separados entre sí. Sin duda, es necesario admitir que captar la movilidad relacional de la potencia, la inmanencia productiva y sus composiciones en mutación se vuelve un desafío a transitar que requiere una modificación tanto a nivel del pensamiento como de la percepción y la sensibilidad.

Una vez más Deleuze nos abre un camino, puesto que en la última etapa de su obra vuelve a Bergson y se dedica a sus estudios sobre cine; más específicamente al estudio de la imagen-pensamiento cinematográfica, de donde se puede extraer una vía para el despliegue de un pensamiento moviente, un pensamiento-tiempo de la duración, del devenir vinculado con la creación.

En las clases sobre cine Deleuze dice,

(…) ¿Qué quiere decir un pensamiento de la creación, un pensamiento del movimiento, un pensamiento de la duración? Quiere decir poner a la vez la duración en el pensamiento y el pensamiento en la duración. Y sin duda es lo mismo. (…) (Un pensamiento de la duración) Querría decir que hay una duración propia del pensamiento que el pensamiento se distingue de las cosas, se distingue de un caballo, de una flor, de un mundo, únicamente por una manera de duración; que el pensamiento sería él mismo un movimiento, el advenimiento de un movimiento, por breve que fuera.

Deleuze con su trabajo nos invita a introducir modificaciones en el pensamiento que den lugar a una imagen de pensamiento relacional, intensiva, afectiva. De ese modo el pensamiento se imbrica a la movilidad propia de la vida, enriquece la experiencia; invita a iluminar los hilos creativos en nuestras vidas; a darle visibilidad a las tramas relacionales,  a las múltiples resonancias que se despliegan entre próximos y lejanos.

  • Los territoriales existenciales como preocupación ético-política

Los despliegues vitales son procesos propios de las subjetividades en tanto modos existenciales. Problematizar los modos de existencia, las  condiciones de su  producción y transformación es atender a la potencia-deseo en su movilidad singularizante y relacional. Y en ese sentido, se abre una vía para pensar la emergencia de lo nuevo, la creación-producción en sus distintos aspectos.

Los procesos de subjetivación se imbrican en el despliegue de la vida colectiva, de la política. Este movimiento  desplaza el ámbito de lo institucional instaurado como único modo de lo político y nos impulsa hacia modalidades políticas que se realizan en los territorios relacionales, afectivos donde se dan y transforman múltiples procesos de subjetivación. El pensamiento político se enriquece, amplía la mirada a los movimientos sociales, a las territorialidades culturales, a los colectivos de producción que cada vez logran mayor expansión y duración.

Las tramas relacionales, afectivas componen nuestras vidas, los movimientos productivos de la existencia son movimientos éticos y políticos. En otras palabras, los procesos de subjetivación individuales y colectivos, el cuidado de las territorialidades existenciales constituyen un componente fundamental de la vida política en la cual se efectúa la potencia-deseo de producción, de creación. Es así que en la senda de Spinoza, de Deleuze la preocupación política fundamental será, cómo generar las mejores condiciones para la apropiación, aumento y expansión de la potencia creativa, cómo generar territorios afectivos que estimulen su despliegue, cómo realizar un ejercicio de deseo productivo como ejercicio activo de libertad.

 

[1] Ibídem, III, Prefacio, p. 102.

[2] Ibídem, III, P 9 (Escolio), p. 112.

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