Expósito

Expósito

18 de mayo, 2013 epensamiento 0

Escrito por Victoria Larrosa

1)Siempre o desde hace un tiempo, o desde que “estamos en problemas” intento pensar en los problemas antropológicos en la psicología, o más radicalmente pienso que los problemas psicológicos son antropológicos, en tanto refieren a las maneras singulares del estar con otros, a las formas de saber y dispositivos de poder y a las dificultades y urgencias de pensar de otra manera y desear deseos libertarios.
Y en este punto me topo con los Problemas Antropológicos en Psicología, en la Facultad de Psicología UBA. Los problemas son varios y diversos. Y a veces se diluyen bajo la tutela de los modos autorizados del saber. En este momento está en curso la segunda recusación que presentamos sosteniendo, como hace un año, que no se evidencian condiciones de imparcialidad en la elección del jurado a cargo de la evaluación para el cargo de Profesor Regular Asociado.

2) Me gusta la actualización, la mutación de “problemas antropológicos en psicología” en ¨antropología, biopolítica y subjetividad”. Se conserva la antropología y el antro y adviene la subjetividad redoblando la apuesta psi y disponiéndose muy cerca de los desarrollos acerca de la biopolítica.
3) parecen inextinguibles los tríos. Resistentes. Eternos. Marcan territorios, definen modos subjetivos, políticas, formas de lo social, presuponemos de qué se trata o de qué se trataría la cosa apenas nos acercamos, leyendo, escuchando sus fórmulas: salud, dinero y amor; inhibición, síntoma y angustia; sexo, droga y rock and roll; territorialización, desterritorialización, reterritorialización; nombre del padre, del hijo y del espíritu santo; moscato, pizza y fainày tantos otros.
Superponen mundos, territorios existenciales, síntesis, aforismos, presencias de índices. Plataformas en las que hacer consistir ciertas donaciones de sentidos y de inventar el interlocutor capaz de sentir que sabe de qué va el asunto.
Miguel Morey interpela: será que se piensa partiendo de estos saberes, de estas opiniones, de estas prepotencias del pensamiento o pensar implica una violencia que actúe a contrapelo de “lo que todo el mundo sabe”o “lo que todo el mundo piensa” para que el pensar sea poético, potente, transversal y al fin andar sin pensamientos?
El trabajo que expongo se llama
Expósito1

“Así también hay otros que me llaman y me dicen: “Hola, ¿qué quiere decir ‘más blanda que el agua’? Te lo pregunto porque quiero hacer ese tango y quiero saber lo que estoy diciendo”. Entonces yo doy una explicación. Digo: “Puedo hablarte muy en serio sobre el agua, te podría decir que existen aguas duras, después de aguas duras hay medio duras y medio blandas, y después aguas blandas. Es una clasificación física o química del agua. Pero el agua blanda no tiene nada que ver. Cuando el poeta dice: ‘¡Qué tristeza de olor de jazmín!’, ¿me querés decir dónde mierda está la tristeza en el olor de los jazmines? Está diciendo una cosa bonita, no una cosa concreta”.
…Muchas veces los hacíamos para nadie, para que queden ahí. Muchas veces decíamos: “Este tango es ideal para que lo cante, por ejemplo, Floreal Ruiz”…. Yo no sabía componer de otra manera, no lo sabía hacer más fácil. Hoy lo hubiera hecho más fácil. Empezó con la parte del medio, era lo único que teníamos.
“Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento… / Perfume de naranjo en flor, promesas vanas de un amor que se escaparon en el viento.
–Era muy difícil de cantar, nos faltaba la otra parte. Yo escribía la música y mi hermano Homero iba poniendo la letra. La verdad es que no sabíamos qué más decir porque imaginate que con lo que teníamos ya estaba todo dicho.
Material tomado de una entrevista concedida por Virgilio Expósito pocos días antes de su muerte, hace 12 años, publicada en página 12, 25 oct 2009.
Virgilio y Homero componiendo. Empezando por el medio.
Atendiendo a la secuencia de tiempo se lee: primero, después, después y al fin. Hay un saber que afecta al sufrir. Puede también estar afectando al amar y al partir, pero ahí el saber no está nombrado, puede estar supuesto, o no. No está nombrado. El “hay que saber” se aplica al sufrir.
Me pregunto pensando en la clínica de qué saber y de qué sufrir se trata como para que el amar y el partir nos dejen tan cerca del andar. O tomando la pregunta desde otra perspectiva: de qué tipo de pensamientos deberíamos desentendernos para que el andar denote inquietud, es decir, vida.
De qué manera se abren paso políticas de composiciones subjetivas capaces de falsificar el pasaporte del dolor, pesado, identificatorio, profundo.
De qué manera el dolor puede desinteriorizarse, sin diluirse,cómo alojarlo en la presencia de su intensidad en vez de representarlo en su extensión argumentativa. Cómo no censurarlo, cómo quitarle la potestad de lo explicativo. Cómo preservarlo de las anestesias y a la vez constituir un cuerpo que pueda alojarlo sin inmolarse, sino poniéndolo a componer en la paleta anormal de la ética.
Así tal vez sufrir, el amar y el partir y al fin andar sin pensamientos sean coordenadas intensivas y expresivas de las oscilaciones vitales.
Las narrativas clínicas se sitúan en el medio. Las narrativas clínicas escriben en el medio de las singularidades y de sus atravesamientos y construcciones. Escriben en y sobre los matices, los modos en que se constituyen como propios las producciones subjetivantes.
Los estilos en que cada vida da por propia una producción de sentido. Escriben los deseos, los caprichos. Lo que insiste, lo que piensa, los bordes y sus estiramientos y rigideces. Las fugas, las resistencias, las invenciones, las despedidas.
El trabajo clínico es también un tiempo dispar en el que se escriben y leen las derivas en la creación de sentidos de un colectivo en el que se producen y tiñen diferidamente entre los desiguales contornos de cada singularidad.
En este sentido todo laboratorio clínico, taller de escucha, de escritura, de lectura, de composición, de corte y confección o consultorio, es siempre escenografía performativa de análisis institucional: apuesta política de conexiones heterogéneas con las dimensiones de lo otro, lo impropio, lo desapropiado.
Análisis de los atravesamientos institucionales, sus estrategias de sujeción y mortificación, los dispositivos de poder, las implicaciones, los analizadores, la “travesía molecular de los estratos” como nombraba también Guattari a su creación política y clínicamente más indómita y urgente: la transversalidad.
Y cada vez que el coeficiente de transversalidad se despliega intempestiva y alegremente, me refiero a los modos nietzscheanos y spinozianos, el sufrimiento da paso a un tornasol de dolor que dispone de sus fuerzas creadoras tal que los modos instituidos son sorprendidos por un saber acerca de la constitución de la confianza en establecimientos benéficos puesto que lo alojan muy cerca del amar y del partir y al fin.
Levi Strauss decía que no le interesaba tanto la manera en que los hombres piensan en los mitos sino la manera en que los mitos piensan a los hombres; pero más aún la manera en que los mitos se piensan entre sí.
Un pensar que no tiene por soporte a los sujetos, mitos en los que no es posible hallar principio y fin. Cuerpos míticos constituidos por una de las tensiones más recurrentes y escurridizas: repetición y diferencia. Cómo son tan parecidas las narrativas, cómo tan diferentes? Cómo se transforman? Cómo se piensan? Cómo nos piensan?
Que los mitos escapen a la idea de traición en la traducción es desde mi punto de vista una de las ideas más bellas, concretas y potentes con la que podemos contar para advertir el matiz expósito de los relatos en la clínica. No hay traición en la traducción puesto que toda producción es en sí traducción, versión, ficción, aún del origen.
Las narrativas míticas no empiezan ni terminan, carecen de autor, no son ni verdaderos ni falsos, no son algo ni un ser que deviene, sino el tejido mismo del devenir componiendo con restos. Las narraciones clínicas son también relatos míticos. Bricolagge.
Dice Simmel en su último escrito titulado “intuición de la vida: cuatro capítulos de metafísica” “la vida adolesce de la contradicción de que no puede alojarse sino en formas, y de que, sin embargo, no puede alojarse en formas, pues rebasa y rompe todas las que ha formado”. En el glosario define a la “ Vida¨: inquietud…La vida significa un constante ir más allá de sí misma como presente;su esencia es que la trascendencia le es inmanente”. Simmel murió antes de que el libro se editara.
La aventura simmeliana ( trabajo se subtitula “para una psicología filosófica”) nos convida en su sutileza y precisión a pensar el trabajo clínico como una trayectoria que tiene un principio y un final, experiencia alterante de la alteridad que incluye en su finitud a aquello que no tiene autor pero hace cuerpo en una singularidad.
Aquello que no empieza ni termina pero marca un límite que estila y que se autoriza como borde territorial siendo al mismo tiempo la marca de sal en la orilla.
Desde mi perspectiva del análisis institucional entonces, los relatos no quieren decir nada, no tienen un significado preexistente y atribuibles a una explicación o clausura de sentido, sino que pueden ser tomados como testigos privilegiados de las fluctuaciones afectivas que son marca de la pertenencia a un colectivo y al mismo tiempo rastros de las técnicas singulares de composición de cuerpos de cada quien.
Me interesa particularmente hacer hincapié en la presencia del dolor como “maestro de la sospecha” como lo llamaba Nietzsche cada vez que pienso que la estrategia del trastocamiento de sus sentidos hegemónicos ligados a la interioridad, la vergüenza y el inconformismo puede dar paso a una exterioridad ligada a la tragedia, a la experiorizaciòn de su potencia como afecto alegre, aumentando nuestra capacidad de sentir, pensar.
Y porque también me parece que urge sostener una resistencia contra las políticas tristes de trabajo con las singularidades que las reducen, como aquel entonces, a individualidades desadaptadas, que restituyen un sujeto de la voluntad, la conciencia, la conducta y los comportamientos.
Políticas académicas y terapéuticas que mantienen su fascinación snob de adiestramiento de los cuerpos y de los saberes.
Subjetividades papers, lamentables, tristes y autoritarias, resentidas y que se imponen como únicos modos posibles y actuales del trabajo. Seguramente a estas tendencias se refería Virgilio cuando decía que para cantar naranjo en flor le pedían explicaciones acerca del sentido. Y aún así, como Virgilio, Homero y Zaratustra, no creería más que en un dios que supiese bailar.

Escrito por Victoria Larrosa

 

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