Selección de fragmentos de textos [1]
Varios autores.
En cuanto al motivo que me impulsó, fue bien simple. Espero que, a los ojos de algunos, pueda bastar por sí mismo. Se trata de la curiosidad, por lo demás, que vale la pena de practicar con cierta obstinación, no la que busca asimilar lo que conviene conocer, sino la que permite alejarse de uno mismo. ¿Qué valdría el encarnizamiento del saber si sólo hubiera de asegurar la adquisición de conocimiento y no, en cierto modo y hasta donde se puede, el extravío del que conoce? Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de como se piensa y percibir distinto de cómo se ve es indispensable para seguir contemplando reflexionando […] ¿Qué es la filosofía hoy –quiero decir la actividad filosófica– si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en emprender el saber de cómo y hasta dónde es posible pensar distinto? Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles dónde está su verdad y cómo encontrarla.
Foucault, M., El uso de los placeres, p. 12.
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La luz brota del mismo pensar y solamente de él. Es propio del pensar el hecho enigmático de ser llevado bajo el foco de su propia luz, aunque esto reza sólo cuando y mientras sigue siendo un pensar que se preserva libre de insistir en un razonar sobre la ratio. El pensar piensa en cuanto corresponda a lo gravísimo. Lo gravísimo se manifiesta en nuestra época grave en que todavía no estamos pensando. (…) Por lo tanto, nuestra afirmación aporta un rayo de luz al oscurecimiento, el cual no solamente parece abatirse sobre el mundo desde algún lugar, sino que casi es traído del brazo a la fuerza por los hombres. Verdad es que nuestra afirmación denomina grave el tiempo actual. Con esta palabra queremos designar, sin ningún resabio despectivo, lo que nos da que pensar, a saber, lo que quiere ser pensado. Lo grave, así entendido, no debe ser en manera alguna algo que causa preocupación, ni menos algo perturbador; porque también lo grato, lo bello y aun lo misterioso y lo propicio da que pensar. (…) recién cuando nos hallamos relacionado con lo misterioso y lo propicio como lo que propiamente da que pensar.
Heidegger, M.: ¿Qué significa pensar? Pág. 32.
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“Es mediodía y James Baldwin está caminando con un amigo por las calles del sur de la isla de Manhattan. La luz roja los detiene en una esquina.
—Mira —le dice el amigo señalando el suelo.
Baldwin mira. No ve nada.
—Mira, mira.
Nada. Allí no hay nada que mirar, nada que ver. Un cochino charquito de agua contra el borde de la acera y nada más. Pero el amigo insiste:
—¿Ves? ¿Estás viendo?
Y entonces Baldwin clava la mirada y ve. Ve una mancha de aceite estremeciéndose en el charco. Después, en la mancha de aceite ve el arco iris. Y más adentro, charco adentro, la calle pasa, y la gente pasa por la calle, los náufragos y los locos y los magos, y el mundo entero pasa, asombroso mundo lleno de mundos que en el mundo fulguran; y así gracias a un amigo, Baldwin ve, por primera vez en su vida ve.”
Eduardo Galeano, “Aprendiendo a ver”, “Memorias del Fuego”