Tiempos de mutaciones: Tiempos de nuevas relaciones y nuevos modos de vida.
Tiempos de mutaciones:
Tiempos de nuevas relaciones y nuevos modos de vida.
Publicación realizada en Revista virtual Ático – 2005 – Buenos Aires
Escrito por Annabel Lee Teles
En los tiempos que corren percibir, experimentar los germenes de lo nuevo se ha vuelto difícil. Percibimos y experimentamos lo que los modos hegemónicos de pensar, de ver y oir nos imponen. Para ver lo nuevo es preciso desplazar la mirada, abrirnos a las intensidades que nos atraviesan. Constantemente se habla de cambio, pero las mutaciones son imperceptibles, se nos cuelan por debajo de la camisa, nos fuerzan a pensar, a sentir diferente a como estamos acostumbrados. Nos fuerzan a renunciar a los caminos habituales, a las palabras justas, a los conocimientos y las prácticas ya sabidas.
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La afirmación de las mutaciones se vuelve el desafío principal de una apuesta ético-política que se sostiene en un deseo político de libertad y creación. Cómo ser digno de lo que sucede, cómo lograr el aumento de la potencia individual y colectiva son preguntas que insisten y abren un campo de problematicidad, fuerzan a la emergencia de un pensamiento político insurgente capaz de crear nuevas posibilidades de vida. El acontecimiento múltiple de la transformación no es sólo político-social, envuelve mutaciones que atañen al pensamiento, a la subjetividad, a las condiciones materiales de existencia: a la vida en su conjunto.
Por momentos se confunde el acontecimiento distintivo de la transformación con los cambios exclusivamente históricos. El acontecimiento múltiple de la transformación tal cual lo entendemos se efectúa en la historia pero se distingue de ella. Experimentar y saber de la transformación se vuelve una cuestión política fundamental, potencializa el pensamiento, su efectuación, al abrir dimensiones afectivas y corporales inusitadas: nuevos cuerpos, nuevas dimensiones relacionales de amorosidad libertaria que estimulan el querer y el crear.
El acontecer material de la transformación se cumple a pesar y gracias a nosotros, involucra a la vida individual y del mundo, busca permanentemente medios expresivos: se efectúa de diferente maneras y en distintos hechos. No ver su potencia relacional, no ver su fuerza creativa es resignarnos, renunciar a la posibilidad de ejercer nuestra potencia colectiva de invención y producción.
La transformación se realiza en múltiples mutaciones que atañen al pensamiento, a la vida afectiva, a los cuerpos: modifica las existencias individuales y colectivas. Captar sus signos contribuir a su despliegue exige pensar el tiempo, la realidad de otra manera. Algunas líneas del pensamiento filosófico contemporáneo abrieron los caminos; hoy nos toca a nosotros continuar pensando en relación a las experiencias colectivas que transitamos. Es preciso asumir la propia potencia de pensar, reelaborar conceptos bajo coordenadas distintas. Pensar una política relacional que no se limite al Estado, a los partidos, a los sindicatos; una política autónoma capaz de proponer relaciones horizontales y modos de producción autogestiva que contribuyan a la creación de nuevos formas de vida comunitaria.
Sin duda, se hace perentorio visualizar ciertos peligros, reconocer que el pensamiento hegemónico y los poderes que lo sostienen requieren para su ejercicio el sojuzgamiento de las fuerzas materiales de la transformación y la interceptación de las potencias creativas individuales y del colectivo. El efecto del sojuzgamiento y la interceptación siempre es el mismo: la impotencia, la sensación de que los caminos están cerrados, de que no hay salida, el nihilismo. Por ello, la importancia del desplazamiento, la necesidad de intensificar las mutaciones y el desarrollo de experiencias inventivas: nuevos modos de pensamiento y de experimentación. El pensamiento filosófico se alía al devenir, abre planos de consistencia animados por modalidades productivas inmanentes. Realiza una apuesta ético-política que considera como una cuestión prioritaria la transformación subjetiva individual y colectiva. Sin duda, la mayor dificultad radica en que las transformaciones subjetivas imponen el desplazamiento de las formas políticas basadas en la carencia, en la impotencia y la representación jerárquica, y en un tipo específico de racionalidad. Tal desplazamiento significa abandonar la lógica del individuo como matriz fundacional de todo pensamiento psicológico, social y político elaborado por la tradición occidental. Significa también, avanzar en un pensamiento de la subjetividad desde una perspectiva lógica/ontológica colectiva que no omita la peculiaridad de la singularidad relacional. Un modo de pensar la subjetividad que brinde la posibilidad de una reinvención de nosotros mismos, como singularidades intensivas, seres en relación capaces desplegar potencias inusitadas de invención y producción.
Pensar la subjetividad: una cuestión etíco-política.
La problematización de la subjetividad impulsa la formulación de preguntas que conciernen a nuestra vida. Sin duda, cada uno realiza sus búsquedas, plantea sus propios problemas, pero las preguntas se conectan y proliferan, resuenan entre sí.
Algunas se presentan con gran insistencia, son aquellas que pugnan por abrir caminos, por recorrer regiones que aún no hemos explorado, por crear nuevas modalidades del mundo y de nosotros mismos. Ellas son las que dicen, ¿cómo desplegar nuestra potencia, nuestra capacidad de amar, de crear, de alegría?, ¿cómo propiciar relaciones amorosas y de potencialización recíproca entre los seres, que no dejen de lado la conflictividades propias de la vida?.
La creación es inherente a la vida y a los seres que la pueblan. Los hombres y mujeres se encuentran en un mar de relaciones que se efectúan como relación con el mundo, con los demás, y consigo mismo. Los seres son singularidades intensivas en relación, capaces de desplegar una potencia infinita de creación e invención.
La ontología del devenir, concibe a los seres como pliegues del universo en relación unos con otros; trae consigo la emergencia de un pensamiento ético-político que no parte ni de la separación de los seres entre sí, ni de la separación de los seres con el universo.
Solemos desconocer nuestro potencial, el de los otros y también el potencial del universo, su belleza. Desconocemos la peculiarísima visión que cada quien posee de sí mismo y del mundo. Sólo vemos las formas, los géneros y las especies, no tenemos ojos ni oídos para los cúmulos intensivos, las afecciones y los afectos. Pero, la vida fuerza al pensamiento, a la experiencia; nos vuelve capaces de captar la afectividad del mundo y de nosotros mismos, la potencia en su devenir activo como potencia artística y productiva de nuevas modalidades existenciales. La ética expresa la afectividad propia de los seres y del universo; en sí misma es política, afirma la relacionalidad, los acontecimientos, la potencia de la inmanencia que da lugar a una ética-éstetica, donde la potencia se traduce en un querer que es correlativo de la creación, querer igual crear. Emerge una visión etico-político del mundo, en virtud de la cual los seres son diferentes e iguales a la vez. Se afirma a la vez su igualdad y la diferencia irreductible, no hay relaciones jerárquicas entre ellos: la distinción se efectúa a nivel de la potencia y de las modalidades existenciales.
Lo que hacen los hombres y mujeres, lo hacen porque pueden hacerlo, por tanto el pensamiento ético-político no se propone ningún tipo de reforma, tampoco el gobierno de las conductas con fines correctivos. La preocupación fundamental no es como ejercer la relación mando-obediencia sino cómo generar las mejores condiciones para la efectuación de la potencia. Los hombres y las mujeres son pura potencia de ser, de crear, de amar; poseen la capacidad de desplegar modalidades existenciales expresivas individuales y colectivas, al efectuar relaciones de composición, relaciones amorosas con los demás.
Cada quien es tan perfecto en función de las afecciones de su potencia, en función de lo que es capaz. Los afectos expresan la variación intensiva, envuelven las afecciones que se experimentan. El aumento intensivo manifiesta una sensación de alegría, su disminución una sensación de impotencia que trae consigo la tristeza. La tristeza y la alegría son las dos grandes tonalidades afectivas.
La forma actual del mundo impone un tipo de distribución y de organización de las intensidades que culmina por devaluar la vida, por generar modalidades existenciales donde la tonalidad afectiva predominante es la tristeza. Produce subjetividades endurecidas por el odio y la resignación, por la tendencia a destruir aquello que las oprime, que las descompone. Alcanzar la esencia intensiva, desplegar su potencia y hacer que prolifere, en la alegría, conlleva un ejercicio de resistencia que requiere una potencia de afirmación inusitada que sea capaz de convertir la resistencia en creación de nuevas posibilidades vitales.
El ejercicio de libertad supone la relacionalidad propia del universo, la creación de espacio-tiempo que estimulen la expansión y el enriquecimiento de las subjetividades individuales y colectivas. La ética y la política encuentran su dimensión afectiva en modalidades existenciales libertarias y amorosas. Los hombres y mujeres pugnan por su expansión, realizan un ejercicio expresivo de libertad al afirmar relaciones amorosas de composición.
La vida de los seres sufre constantes alteraciones, es preciso atender a las inquietudes y a las ansiedades, a las alegrías que trae consigo la existencia diaria. No cabe duda de que en el mundo abundan las palabras y los gestos que intentan disuadirnos de la propia potencia. La mejor arma para dominar es inocular tristeza, sembrar la impotencia. En nuestros días el autoritarismo, la impunidad, la ignominia, tanto como los problemas a nivel de la subsistencia, del trabajo, de la vivienda y de la salud se han vuelto moneda corriente. Constantemente se generan movimientos que traen preocupaciones y desvelos, movimientos de interceptación de las intensidades. Aun así la alegría insiste, busca resquicios y gana momentos importantes de la vida. La vida afirmativa siempre pugna por encontrar los medios de su expansión. Los acontecimientos propios de una vida, en resonancia con los acontecimientos del mundo, producen afecciones que provocan el aumento o la disminución de la potencia, alteraciones, disoluciones y emergencias en la existencia: los modos subjetivos no cesan de renacer y de reinventarse.
Creación de vida comunitaria: un desafío político actual.
Encontrar las vías de producción de subjetividades potentes y creativas es un problema fundamental que no se resuelve de modo individual, sino de un modo radicalmente colectivo. La producción de subjetividades creativas requiere la afirmación de la relacionalidad, el desarrollo de una potencia colectiva capaz de construir territorios afectivos y productivos. La vida comunitaria se construye cotidianamente. Las necesidades que sufren los seres desde cierta perspectiva alumbran sus carencias, pero enlazar la necesidad a la carencia trae consigo subjetividades demandantes que sostienen su propia opresión. Enfrentarse a la necesidades es afirmar radicalmente la transformación, modificar las prácticas y encontrar allí la fuerza rebelde de la vida que pugna por hallar los medios para la efectuación de su propia potencia productiva. Es preciso no perder de vista los problemas a nivel de la alimentación, de la salud, de la educación y del trabajo, los problemas que concierne a la vida concreta de las personas, puesto que en ellos se concentran las fuerzas productivas aprisionadas por los modos de organización y los dispositivos de poder hegemónicos. Atender a la vida es atender a la potencia mutacional singular y colectiva. Es preciso no perder la andadura. La potencia comunitaria es en acto, se da día a día, abandona toda connotación utópica, de una vida mejor en un futuro de la historia eternamente demorado. Los problemas que nos preocupan, las necesidades que nos acucian son factores determinantes del aumento o disminución de la potencia. En la variación de la potencia, en su aumento se alcanza las mejores condiciones tanto para la producción de pensamiento y de relaciones afectivas de composición y armonía, como para llevar a cabo emprendimientos productivos que traigan consigo los resultados esperados.
La construcción de comunidad se realiza en la producción colectiva, en un diálogo creativo permanente entre las personas involucradas, en la creación de un cuerpo de pensamiento colectivo capaz de intensificar la singularidad de cada quien y la del colectivo en su conjunto. También en una reflexión respecto de las relaciones afectivas que constituyen la trama relacional del colectivo. La confianza adquiere riqueza en su realización efectiva, para ello se vuelve imprescindible una reelaboración constante del problema del poder. El planteo de estas problemáticas abre el campo de una política relacional que atiende a los modos de relación entre las personas, a las relaciones de producción que son a la vez relaciones de poder, a las formas en que éstas se distribuyen y organizan. En su accionar abandona la racionalidad política hegemónica, los modos de organización en donde reinan relaciones individualistas de rivalidad y jerarquía con su consabida carga de dominio e impotencia. La política relacional propicia relaciones no-jerárquicas, divergentes y resonantes; avanza en las creación de las las mejores condiciones para la efectuación de la potencia, para la realización de las capacidades individuales y colectivas. Señala un nuevo rumbo de acción al propiciar territorios existenciales capaces de aumentar la potencia de los seres y efectuar el pasaje de un régimen de la carencia y la demanda al de la potencia, la autonomia y la autogestión productiva.
Los colectivos que constituyen la trama de los nuevos movimientos sociales desarrollan una modalidad ético-política donde la autonomía, la horizontalidad, la autogestión y la preocupación por la creación, son cuestiones fundamentales de su accionar. La experiencia política de los movimientos enriquece y estimula al pensamiento desafía nuevos modos de comprensión. La autonomía se sabe política en tanto afirma un régimen de apropiación y ejercicio de la potencia productiva. Surgen territorios existenciales que anuncian una mutación a nivel de la producción al generar modificaciones a nivel de los medios, de las relaciones, de las fuerzas y de las capacidades de producción. Se adoptan modalidades de organización horizontales que hacen del colectivo una trama relacional de seres iguales en relación a la trama, diferentes según la manera de hacer y decir, en el compromiso afectivo con las distintas tareas. La difencia-igualitaria pone de manifiesto el abandono de las modalidades organizativas basadas en el mando y la obediencia, en la manipulación del otro que sostiene la dependencia, subordinación y dismunición de la potencia. Se crean las condiciones para una modalidad relacionalidad de composición, de ayuda mutua que se extienda mas allá del colectivo.
La experiencia ético-política genera una territorio existencial; un nosotros configurante de espacios intensivos en mutación permanente; una trama relacional afectiva abierta a encuentros, a devenires que potencializan la relacionalidad inmanente y configurante. Marca el camino para la creación de territorios productivos que apuesten por la transformación emancipatoria del pensamiento, de la vida afectiva, de las condiciones materiales de existencia: Señala el rumbo para la afirmación de la alegría, del porvenir.